Ciencia y Tecnología
China desafía la geología: fabrica en una semana lo que la Tierra tarda mil millones de años

Durante siglos, los diamantes han sido sinónimo de lujo, escasez y tiempo geológico: una joya que la naturaleza talla a lo largo de mil millones de años bajo tierra. Ahora China ha encontrado la forma de reducir tiempos y crear el diamante perfecto.
Made in China. El 70% de los diamantes sintéticos utilizados en joyería a nivel mundial ya se fabrican en China, especialmente en la provincia de Henan. En un reportaje de Financial Times han explicado que empresas como Jiaruifu, liderada por Feng Canjun, han logrado fabricar un diamante de tres quilates —el tamaño típico de un anillo de compromiso— en apenas una semana.
Pero es sintético. Sí, pero su irrupción ha supuesto una disrupción sin precedentes en el mercado de las piedras preciosas. Tal como ha explicado Marty Hurwitz, director de la Grown Diamond Trade Organisation, al medio británico, este es “el primer producto realmente competitivo que ha enfrentado el diamante natural”. Y lo ha hecho con consecuencias devastadoras: los precios de los diamantes naturales más pequeños han caído a mínimos de la última década.
Según datos de la consultora Tenoris, el diamante sintético ya representa el 17 % del volumen del mercado minorista en EEUU, y más de la mitad en anillos de compromiso, una categoría clave.
60 años de perfeccionamiento. Tras la ruptura con la URSS en la década de los 60, Pekín se vio forzado a desarrollar su propia capacidad de producción. Como recogía New York Times, los soviéticos usaban los diamantes no solo como materia prima sino como arma diplomática y económica. Ante esa presión y sin reservas naturales relevantes, China optó por la vía tecnológica y de largo recorrido: producir sus propios diamantes en laboratorio. Lo que nació como una estrategia de supervivencia geopolítica, se ha convertido hoy en una industria globalmente dominante.
El proceso de creación. Como han detallado en FT, empresas como Jiaruifu emplean principalmente dos métodos: alta presión-alta temperatura (HPHT) y deposición química de vapor (CVD), este último más reciente y eficaz para gemas grandes.
Además, la eficiencia no es solo técnica. El proceso de tallado se subcontrata a India, donde los costes laborales son menores, y el transporte se realiza a través de hubs como Dubái o Amberes, aunque en la etiqueta del producto final no quede rastro de su origen chino.
Hay otro diferencial. China no se queda de brazos cruzados en cuanto tiene una meta fija, ya hemos observado que sus planes nunca son a corto plazo, lo podemos observar en sus planes con el petróleo. Como ha detallado la empresa Huanghe Whirlwind también están realizando mejoras en el proceso de creación de diamantes, pero ellos han querido apostar por un modelo más sostenible. En este proyecto han logrado integrar energía solar en su proceso de fabricación. Esta innovación no solo reduce drásticamente la huella de carbono por quilate, sino que posiciona a China como pionera en diamantes sintéticos “verdes”.
Un giro dramático. La industria tradicional del diamante natural está en jaque. En 2024, De Beers —el gigante histórico del sector— acumulaba un inventario de diamantes sin vender valorado en 2.000 millones de dólares. Su división de diamantes sintéticos, Lightbox, cerró recientemente tras perder competitividad frente a las marcas chinas.
A esto se suma un cambio cultural: los consumidores más jóvenes ya no exigen diamantes naturales, y muchos priorizan el precio y la sostenibilidad. Como ha revelado el diseñador británico Fei Liu al Financial Times, al principio se resistía a usar piedras sintéticas, pero el precio “le voló la cabeza”.
Otro sector conquistado. Más allá del éxito tecnológico y comercial, el diamante sintético se está convirtiendo en un nuevo frente estratégico para China. El gobierno no ha dejado al mercado operar libremente: en Henan, la administración provincial ha impulsado la creación de una asociación del diamante con el objetivo de estabilizar precios y evitar una carrera destructiva hacia abajo. Como ha explicado Feng al Financial Times, se ha fijado un precio mínimo de 15 dólares por quilate para las piedras de entre uno y diez quilates. Si una empresa vende por debajo de ese umbral, sus competidores pueden denunciarlo ante las autoridades, que intervendrán.
Esta política recuerda a la estrategia adoptada en el sector del coche eléctrico, otro campo en el que China ha liderado tecnológicamente, pero donde el exceso de oferta y la competencia feroz también provocaron guerras de precios. En ambos casos, Pekín ha buscado imponer orden en sectores considerados claves para la soberanía industrial y el posicionamiento geopolítico del país.
Comprimiendo tiempos. En ese proceso, el gigante asiático ha desafiado a una industria centenaria, ha democratizado el lujo y ha trazado un nuevo mapa para el comercio global de diamantes. Lo que antes era símbolo de rareza y eternidad, hoy puede ser producido en masa, vendido a bajo costo y con una huella ecológica mínima. El diamante ya no es lo que era. Y es muy posible que, para la mayoría de consumidores, eso no sea necesariamente algo malo.
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La noticia
China desafía la geología: fabrica en una semana lo que la Tierra tarda mil millones de años
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Alba Otero
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Durante siglos, los diamantes han sido sinónimo de lujo, escasez y tiempo geológico: una joya que la naturaleza talla a lo largo de mil millones de años bajo tierra. Ahora China ha encontrado la forma de reducir tiempos y crear el diamante perfecto.
Made in China. El 70% de los diamantes sintéticos utilizados en joyería a nivel mundial ya se fabrican en China, especialmente en la provincia de Henan. En un reportaje de Financial Times han explicado que empresas como Jiaruifu, liderada por Feng Canjun, han logrado fabricar un diamante de tres quilates —el tamaño típico de un anillo de compromiso— en apenas una semana.
Pero es sintético. Sí, pero su irrupción ha supuesto una disrupción sin precedentes en el mercado de las piedras preciosas. Tal como ha explicado Marty Hurwitz, director de la Grown Diamond Trade Organisation, al medio británico, este es “el primer producto realmente competitivo que ha enfrentado el diamante natural”. Y lo ha hecho con consecuencias devastadoras: los precios de los diamantes naturales más pequeños han caído a mínimos de la última década.
Según datos de la consultora Tenoris, el diamante sintético ya representa el 17 % del volumen del mercado minorista en EEUU, y más de la mitad en anillos de compromiso, una categoría clave.
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El proceso de creación. Como han detallado en FT, empresas como Jiaruifu emplean principalmente dos métodos: alta presión-alta temperatura (HPHT) y deposición química de vapor (CVD), este último más reciente y eficaz para gemas grandes.
Además, la eficiencia no es solo técnica. El proceso de tallado se subcontrata a India, donde los costes laborales son menores, y el transporte se realiza a través de hubs como Dubái o Amberes, aunque en la etiqueta del producto final no quede rastro de su origen chino.
Hay otro diferencial. China no se queda de brazos cruzados en cuanto tiene una meta fija, ya hemos observado que sus planes nunca son a corto plazo, lo podemos observar en sus planes con el petróleo. Como ha detallado la empresa Huanghe Whirlwind también están realizando mejoras en el proceso de creación de diamantes, pero ellos han querido apostar por un modelo más sostenible. En este proyecto han logrado integrar energía solar en su proceso de fabricación. Esta innovación no solo reduce drásticamente la huella de carbono por quilate, sino que posiciona a China como pionera en diamantes sintéticos “verdes”.
Un giro dramático. La industria tradicional del diamante natural está en jaque. En 2024, De Beers —el gigante histórico del sector— acumulaba un inventario de diamantes sin vender valorado en 2.000 millones de dólares. Su división de diamantes sintéticos, Lightbox, cerró recientemente tras perder competitividad frente a las marcas chinas.
A esto se suma un cambio cultural: los consumidores más jóvenes ya no exigen diamantes naturales, y muchos priorizan el precio y la sostenibilidad. Como ha revelado el diseñador británico Fei Liu al Financial Times, al principio se resistía a usar piedras sintéticas, pero el precio “le voló la cabeza”.
Otro sector conquistado. Más allá del éxito tecnológico y comercial, el diamante sintético se está convirtiendo en un nuevo frente estratégico para China. El gobierno no ha dejado al mercado operar libremente: en Henan, la administración provincial ha impulsado la creación de una asociación del diamante con el objetivo de estabilizar precios y evitar una carrera destructiva hacia abajo. Como ha explicado Feng al Financial Times, se ha fijado un precio mínimo de 15 dólares por quilate para las piedras de entre uno y diez quilates. Si una empresa vende por debajo de ese umbral, sus competidores pueden denunciarlo ante las autoridades, que intervendrán.
Esta política recuerda a la estrategia adoptada en el sector del coche eléctrico, otro campo en el que China ha liderado tecnológicamente, pero donde el exceso de oferta y la competencia feroz también provocaron guerras de precios. En ambos casos, Pekín ha buscado imponer orden en sectores considerados claves para la soberanía industrial y el posicionamiento geopolítico del país.
Comprimiendo tiempos. En ese proceso, el gigante asiático ha desafiado a una industria centenaria, ha democratizado el lujo y ha trazado un nuevo mapa para el comercio global de diamantes. Lo que antes era símbolo de rareza y eternidad, hoy puede ser producido en masa, vendido a bajo costo y con una huella ecológica mínima. El diamante ya no es lo que era. Y es muy posible que, para la mayoría de consumidores, eso no sea necesariamente algo malo.
Imagen | Pexels y Unsplash
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Alba Otero
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