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Diego Griffa: “El Atlético de Madrid siempre miró a Argentina…”

La figura de Jorge Griffa (1935-2024, Casilda, Argentina) continúa resonando en el Atlético de Madrid. Su nombre, cada vez que se entona la canción del Centenario justo después del de Simeone. Un central de época, de aquellos que dejan huella. Solo los veteranos le recuerdan. Llegó al club en 1959 y se marchó diez años después, con tres Copas (1959-60, 1960-61 y 1964-65), dos de ellas consecutivas frente al Real Madrid en el Santiago Bernabéu, una Liga (1965-66) y una Recopa de Europa (1962) bajo el brazo. El extranjero con más partidos en la historia del Atlético (291) durante medio siglo hasta que el fútbol moderno le arrebató el privilegio (le superó Perea en 2011 y luego llegaron Oblak, Correa, Griezmann, Godín, Giménez, Filipe y Savic).
Griffa fue leyenda del Atleti en los 60. Su hijo, Diego, visita AS donde le recuerda y pone en valor el vínculo entre Argentina y lo rojiblanco.
La figura de Jorge Griffa (1935-2024, Casilda, Argentina) continúa resonando en el Atlético de Madrid. Su nombre, cada vez que se entona la canción del Centenario justo después del de Simeone. Un central de época, de aquellos que dejan huella. Solo los veteranos le recuerdan. Llegó al club en 1959 y se marchó diez años después, con tres Copas (1959-60, 1960-61 y 1964-65), dos de ellas consecutivas frente al Real Madrid en el Santiago Bernabéu, una Liga (1965-66) y una Recopa de Europa (1962) bajo el brazo. El extranjero con más partidos en la historia del Atlético (291) durante medio siglo hasta que el fútbol moderno le arrebató el privilegio (le superó Perea en 2011 y luego llegaron Oblak, Correa, Griezmann, Godín, Giménez, Filipe y Savic).
Su hijo, Diego Griffa, visita la redacción de AS junto a Álvaro Rodríguez (hijo de Alvarito, que formó parte de la plantilla del Atlético entre 1957 y 1963) para recordar la figura del kaiser rojiblanco. Ojeador de futbolistas, comenzó ‘obligado’ su carrera junto a su padre para desligarse y volar solo y descubrir a Lo Celso o Lisandro Martínez entre otros. “El Madrid y el Barcelona cada vez que nos encontrábamos en la cancha nos tenían miedo”, afirmaba Jorge Griffa en AS tras visitar el Metropolitano en 2019.
Un antes y un después. “Cuando mi padre se vuelve a Argentina deja muchísimo acá. Y por más que me lo hayan transmitido y contado, no es lo mismo que descubrirlo cuando vengo. Mi padre no contaba nada, no se daba importancia. Pechuga San Román, Isacio Calleja, Alvarito… Todos me hicieron comprender mejor su figura”, comienza explicando Diego.
No le vio jugar, pues colgó las botas antes de su nacimiento. Pero sí le transmitió su sentimiento por el rojiblanco. “Siempre fui del Atleti. Yo jugaba en el colegio en Argentina con la camiseta de Ufarte. Todos me miraban y decían ¿quién es Ufarte? Vavá le había regalado una camiseta a mi padre del Mundial 1962 (que ganó y marcó en la final con Brasil) y yo jugaba con ella. Tú sabes lo que tenías, pibe. Era totalmente inconsciente, mi padre no fue contando lo que era”.
El mito Griffa
Una relevancia de Jorge Griffa que su hijo percibía en el compadreo con los más grandes. “Al ver a mi padre charlar con Di Stefano te hacía darte cuenta de que ahí había mucha historia, de un lado y del otro. Fue bravo, se llevaron varias veces por delante al Madrid y al Barcelona. Había aversión por la derrota. Había que desaparecer si se perdía, no existía una derrota digna. Era ultrajante”. “Luis Aragonés decía, de la mitad del campo para arriba tiro yo del equipo y de la mitad del campo para abajo tira Griffa. Di Stefano reconocía que su rival no era el Barcelona, era el Atleti y que tenía que haber ganado esa Copa de Europa del año 1959 con una semifinal un poquito extraña”, añade Álvaro.
Un carácter de Jorge Griffa que conllevó hechos históricos. “A mi padre le detuvieron en Bilbao. Estuvo preso, se armó un follón bárbaro, tuvo que acudir ante Franco. Lo fui descubriendo, leyendo recortes que mi tía iba recogiendo. Se había armado la mundial”.
En un Atlético con acento argentino, en el banquillo y en la plantilla (seis futbolistas), Griffa fue uno de los precursores. “El Atlético siempre miró a Argentina y el jugador argentino siempre le dio respuesta. Ahora es la nación más representada más allá de España. Pero para que haya nietos tuvo que ver abuelos. El Panadero, Ovejero, Ratón Ayala… Argentina siempre se sintió más representado por el Atleti. Es una filosofía de vida muy similar. En Argentina tenemos muchos golpes, el Atleti ya ha tenido muchos golpes y lo importante es saber levantarte. No es que Simeone se despierte y diga ‘quiero fichar argentinos’, hay un club que recibió argentinos durante 100 años”, comenta Jorge.
Un Atlético cada vez más presente en las calles de Rosario. “El fútbol cambia a partir de la televisión en el 96, más o menos. Había un fútbol que se sospechaba que existía, pero no se miraba. Existía el VHS, pero no la intercomunicación mundial. Trajo cosas muy buenas y cosas muy malas. Como todo arte, cuando se masifica, va perdiendo su pureza. En Rosario era imposible ver una camiseta de Boca o River. Era Newell’s o Central. La única que se permitía era del Nápoles. Pero ahora es raro no ver una del Barcelona, del Madrid… Y del Atleti. Y del Inter de Miami. Es una torre de Babel del fútbol”, comenta.
“El futbolista necesita sentimiento de pertenencia. Que las raíces estén sólidas saber por qué y por quién juega. Es lo que realmente mantiene el fútbol en un estado puro. Y ese sentido de pertenencia se produce entre el Atleti y Argentina. Está desarrollado, porque el Atlético a través de su afición, de su directiva y su gente, lo mantiene siempre presente. Y el jugador no es estúpido, lo olfatea, lo ve y lo sabe. Sabe que su afición te cuida y te protege. El Atlético es un lujo, te brinda una red de contención. No soy objetivo, pero a las pruebas me remito. Entre el Atlético y el jugador argentino hay una relación que excede la cotidianidad. La historia le tiende un puente al jugador argentino”, añade Jorge.
El Cuti Romero puede ser el siguiente. “El Cuti es un jugador bárbaro, es durísimo. Yo quiero a todos en el Atleti. El Cuti representa bien el estilo de mi padre, sobrio y contundente. Giménez y Godín también son defensas muy bravos”, bendice el hijo del mito.
Giuliano se ha convertido en una de las grandes sensaciones de la temporada. Con un extra de dificultad. “Es muy difícil la lógica entre el entrenador que es padre y su hijo. Lo está llevando muy bien. En mi caso fracasó. Hoy los jugadores son mucho más flexibles con algunos códigos antiguos. En mi momento para mí era que me tirase 400 kilos de cal en la espalda y entraba a jugar con un peso impresionante. Cada pelota que me venía era como si me tiraran una bomba. Quería que la pelota fuese del otro lado. Yo pasé de jugar de diez a lateral izquierdo. Tenía ciertas cualidades futbolísticas, una muy buena técnica, pero me faltaban un montón de cosas. Uno le empieza a echar la culpa a todo el mundo, al técnico, al árbitro, al césped… Pero evidentemente no me daba”.

Y fue su padre el encargado de darle la noticia. “Me citó en el estadio de Newell’s. Yo estaba en la edad de firmar el primer contrato profesional y pensaba que era para eso… pero era para decirme que no seguía. Vos podés tener futuro en la parte de captación del jugador. Imagínate yo con 22 años que me importaba la captación, yo quería jugar en el Milan (risas). Fue una de las dos o tres situaciones más negativas de mi vida. Pero el fútbol sigue viviendo, yo seguí viviendo. Ahí sí fui inteligente, creo que el fútbol te pone en el lugar que considera y no donde vos querés estar. Donde vos podés ser útil. Si te empecinas y tratas de forzar el destino te estrellas. Pero si escuchas al fútbol te ubica donde podés ser útil. En la captación y el desarrollo de los jugadores, fui alguien que está tratando de mejorar el juego. Y en eso me sentí muy cómodo siempre”.
Una carrera que “empezó con mi padre. Los primeros trabajos de Boca, luego en México y en Independiente. Después empecé a buscar mi rumbo solo. En Bolivia y en Malasia, donde aprendí un sinfín de cosas. El fútbol profesional es más matemático, es 100% dentro de la cancha. El fútbol juvenil con los chicos es 50% fuera y 50% dentro. Es determinante el interpretar al jugador fuera de la cancha. Rascar mucho y meterte en la vida privada del chico. El detalle más mínimo es muy importante”.
Tantos factores que determinan el éxito. “Representas a un club y ese club no quiere perder tiempo. Un chico que juega muy bien si su vida privada es un desorden absoluto o tomas cartas en el asunto y tratas de intervenir o a primera división no llega seguro. El fútbol es no, los chicos y los padres piensan que es fácil, pero es dificilísimo. Uno ve la excepción, no la regla. Uno ve a Messi, pero no fue fácil dejar su escuela, a su familia, a sus amigos y venirse a España, fue realmente muy difícil. Hay que decirlo. La primera división es táctica. La formación está en la base. Si metemos la táctica en la base y no le enseñamos los fundamentos futbolísticos, el jugador va a subir y va a meterse en una táctica sin conocer los fundamentos. Son cinco: el pase, la recepción, la conducción, el cabeceo y el arco. Pero esos cinco son muy profundos. El entrenador de base debe enseñar, porque es más seductor refugiarte en la táctica. La formación es más engorrosa trabajar como en una mina, meterse todos los días con el casco y darle tic, tic, tic”.
En la nómina de futbolistas de los Griffa aparecen nombres históricos. “Mi padre ha tenido la suerte de descubrir jugadores de la talla de Valdano, Américo Rubén Gallego, hasta Fernando Gago. Humildemente por mi lado, Lisandro Martínez que está en el Manchester o Lo Celso en el Betis. A Giovanni le hemos descubierto en el patio de un colegio. Soy sincero, me llevé toda la división, lo hice fácil, eran siete, jugaban muy bien y me llevé a los siete (risas). Proviene de una familia muy sólida, su papá es profesional, tuvo acceso a una educación sólida que pegado a sus condiciones futbolísticas era prácticamente seguro que iba a tener su chance en primera división. No soy objetivo, pero calzaría justo para el Atleti”, explica.
Y aparece un caso particular. “Gabriel Batistuta no podía jugar en ningún lado, estaba gordo, pesado… hoy en día Gabriel para un scouter pasaría de largo, pero hay que mirar las sensaciones del jugador, hay que ver el futuro y mi padre vio que era un goleador impresionante y que había que pulirlo. Y termina explotando a los 22 o 23 años. El maestro Tavárez fue quien lo aguantó, le dijo tranquilízate. Bielsa no le veía. Porque le necesitaba para el domingo y no estaba para el domingo y mi padre pensaba para el futuro”.
El debate se traslada también a un nuevo fútbol. “Hay posiciones que han volado el fútbol, lo han dinamitado y es una cosa de locos. El delantero tanque es muy necesario. Y la figura del 10. Yo como un ojeador siempre estoy buscando al 10. Pero el scouter ve a futuro, el entrenador al fin de semana. El entrenador te habla de resultados, el scouter de proyección a primera. Por eso siempre tiene que armonizar la relación un director general que decida. El entrenador está atado a cuestiones como el resultado del fin de semana. Yo no. Lo Celso se podía haber desarrollado como 10. Jamás le diría a un jugador que esté scouteando que pare de gambetear. Si con 12 años te freno te estaría pegando un tiro, para mí es una locura. Dentro de un orden, no te tires todos los tiros. Pero a esa edad el jugador tiene la obligación de equivocarse muchísimo y tiene que entrar la corrección del entrenador y el trabajo de minería que por ahí no muchos lo quieren hacer”.
Ahora, Jorge mira a un futuro por descubrir. “El fútbol dirá. Fui a Alemania, Inglaterra haciendo trabajo investigativo. El futbol alemán se ha representado en muchos chicos y no había tenido la oportunidad de ir. El fútbol no es lo que uno quiere, es lo que te impone. Si se me necesita en algún lado me llamará. Donde el fútbol me necesite ahí iré”.
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Diego Griffa: “El Atlético de Madrid siempre miró a Argentina…”

La figura de Jorge Griffa (1935-2024, Casilda, Argentina) continúa resonando en el Atlético de Madrid. Su nombre, cada vez que se entona la canción del Centenario justo después del de Simeone. Un central de época, de aquellos que dejan huella. Solo los veteranos le recuerdan. Llegó al club en 1959 y se marchó diez años después, con tres Copas (1959-60, 1960-61 y 1964-65), dos de ellas consecutivas frente al Real Madrid en el Santiago Bernabéu, una Liga (1965-66) y una Recopa de Europa (1962) bajo el brazo. El extranjero con más partidos en la historia del Atlético (291) durante medio siglo hasta que el fútbol moderno le arrebató el privilegio (le superó Perea en 2011 y luego llegaron Oblak, Correa, Griezmann, Godín, Giménez, Filipe y Savic).
Griffa fue leyenda del Atleti en los 60. Su hijo, Diego, visita AS donde le recuerda y pone en valor el vínculo entre Argentina y lo rojiblanco.
La figura de Jorge Griffa (1935-2024, Casilda, Argentina) continúa resonando en el Atlético de Madrid. Su nombre, cada vez que se entona la canción del Centenario justo después del de Simeone. Un central de época, de aquellos que dejan huella. Solo los veteranos le recuerdan. Llegó al club en 1959 y se marchó diez años después, con tres Copas (1959-60, 1960-61 y 1964-65), dos de ellas consecutivas frente al Real Madrid en el Santiago Bernabéu, una Liga (1965-66) y una Recopa de Europa (1962) bajo el brazo. El extranjero con más partidos en la historia del Atlético (291) durante medio siglo hasta que el fútbol moderno le arrebató el privilegio (le superó Perea en 2011 y luego llegaron Oblak, Correa, Griezmann, Godín, Giménez, Filipe y Savic).
Su hijo, Diego Griffa, visita la redacción de AS junto a Álvaro Rodríguez (hijo de Alvarito, que formó parte de la plantilla del Atlético entre 1957 y 1963) para recordar la figura del kaiser rojiblanco. Ojeador de futbolistas, comenzó ‘obligado’ su carrera junto a su padre para desligarse y volar solo y descubrir a Lo Celso o Lisandro Martínez entre otros. “El Madrid y el Barcelona cada vez que nos encontrábamos en la cancha nos tenían miedo”, afirmaba Jorge Griffa en AS tras visitar el Metropolitano en 2019.
Un antes y un después. “Cuando mi padre se vuelve a Argentina deja muchísimo acá. Y por más que me lo hayan transmitido y contado, no es lo mismo que descubrirlo cuando vengo. Mi padre no contaba nada, no se daba importancia. Pechuga San Román, Isacio Calleja, Alvarito… Todos me hicieron comprender mejor su figura”, comienza explicando Diego.
No le vio jugar, pues colgó las botas antes de su nacimiento. Pero sí le transmitió su sentimiento por el rojiblanco. “Siempre fui del Atleti. Yo jugaba en el colegio en Argentina con la camiseta de Ufarte. Todos me miraban y decían ¿quién es Ufarte? Vavá le había regalado una camiseta a mi padre del Mundial 1962 (que ganó y marcó en la final con Brasil) y yo jugaba con ella. Tú sabes lo que tenías, pibe. Era totalmente inconsciente, mi padre no fue contando lo que era”.
El mito Griffa
Una relevancia de Jorge Griffa que su hijo percibía en el compadreo con los más grandes. “Al ver a mi padre charlar con Di Stefano te hacía darte cuenta de que ahí había mucha historia, de un lado y del otro. Fue bravo, se llevaron varias veces por delante al Madrid y al Barcelona. Había aversión por la derrota. Había que desaparecer si se perdía, no existía una derrota digna. Era ultrajante”. “Luis Aragonés decía, de la mitad del campo para arriba tiro yo del equipo y de la mitad del campo para abajo tira Griffa. Di Stefano reconocía que su rival no era el Barcelona, era el Atleti y que tenía que haber ganado esa Copa de Europa del año 1959 con una semifinal un poquito extraña”, añade Álvaro.
Un carácter de Jorge Griffa que conllevó hechos históricos. “A mi padre le detuvieron en Bilbao. Estuvo preso, se armó un follón bárbaro, tuvo que acudir ante Franco. Lo fui descubriendo, leyendo recortes que mi tía iba recogiendo. Se había armado la mundial”.
En un Atlético con acento argentino, en el banquillo y en la plantilla (seis futbolistas), Griffa fue uno de los precursores. “El Atlético siempre miró a Argentina y el jugador argentino siempre le dio respuesta. Ahora es la nación más representada más allá de España. Pero para que haya nietos tuvo que ver abuelos. El Panadero, Ovejero, Ratón Ayala… Argentina siempre se sintió más representado por el Atleti. Es una filosofía de vida muy similar. En Argentina tenemos muchos golpes, el Atleti ya ha tenido muchos golpes y lo importante es saber levantarte. No es que Simeone se despierte y diga ‘quiero fichar argentinos’, hay un club que recibió argentinos durante 100 años”, comenta Jorge.
Un Atlético cada vez más presente en las calles de Rosario. “El fútbol cambia a partir de la televisión en el 96, más o menos. Había un fútbol que se sospechaba que existía, pero no se miraba. Existía el VHS, pero no la intercomunicación mundial. Trajo cosas muy buenas y cosas muy malas. Como todo arte, cuando se masifica, va perdiendo su pureza. En Rosario era imposible ver una camiseta de Boca o River. Era Newell’s o Central. La única que se permitía era del Nápoles. Pero ahora es raro no ver una del Barcelona, del Madrid… Y del Atleti. Y del Inter de Miami. Es una torre de Babel del fútbol”, comenta.
“El futbolista necesita sentimiento de pertenencia. Que las raíces estén sólidas saber por qué y por quién juega. Es lo que realmente mantiene el fútbol en un estado puro. Y ese sentido de pertenencia se produce entre el Atleti y Argentina. Está desarrollado, porque el Atlético a través de su afición, de su directiva y su gente, lo mantiene siempre presente. Y el jugador no es estúpido, lo olfatea, lo ve y lo sabe. Sabe que su afición te cuida y te protege. El Atlético es un lujo, te brinda una red de contención. No soy objetivo, pero a las pruebas me remito. Entre el Atlético y el jugador argentino hay una relación que excede la cotidianidad. La historia le tiende un puente al jugador argentino”, añade Jorge.
El Cuti Romero puede ser el siguiente. “El Cuti es un jugador bárbaro, es durísimo. Yo quiero a todos en el Atleti. El Cuti representa bien el estilo de mi padre, sobrio y contundente. Giménez y Godín también son defensas muy bravos”, bendice el hijo del mito.
Giuliano se ha convertido en una de las grandes sensaciones de la temporada. Con un extra de dificultad. “Es muy difícil la lógica entre el entrenador que es padre y su hijo. Lo está llevando muy bien. En mi caso fracasó. Hoy los jugadores son mucho más flexibles con algunos códigos antiguos. En mi momento para mí era que me tirase 400 kilos de cal en la espalda y entraba a jugar con un peso impresionante. Cada pelota que me venía era como si me tiraran una bomba. Quería que la pelota fuese del otro lado. Yo pasé de jugar de diez a lateral izquierdo. Tenía ciertas cualidades futbolísticas, una muy buena técnica, pero me faltaban un montón de cosas. Uno le empieza a echar la culpa a todo el mundo, al técnico, al árbitro, al césped… Pero evidentemente no me daba”.

Y fue su padre el encargado de darle la noticia. “Me citó en el estadio de Newell’s. Yo estaba en la edad de firmar el primer contrato profesional y pensaba que era para eso… pero era para decirme que no seguía. Vos podés tener futuro en la parte de captación del jugador. Imagínate yo con 22 años que me importaba la captación, yo quería jugar en el Milan (risas). Fue una de las dos o tres situaciones más negativas de mi vida. Pero el fútbol sigue viviendo, yo seguí viviendo. Ahí sí fui inteligente, creo que el fútbol te pone en el lugar que considera y no donde vos querés estar. Donde vos podés ser útil. Si te empecinas y tratas de forzar el destino te estrellas. Pero si escuchas al fútbol te ubica donde podés ser útil. En la captación y el desarrollo de los jugadores, fui alguien que está tratando de mejorar el juego. Y en eso me sentí muy cómodo siempre”.
Una carrera que “empezó con mi padre. Los primeros trabajos de Boca, luego en México y en Independiente. Después empecé a buscar mi rumbo solo. En Bolivia y en Malasia, donde aprendí un sinfín de cosas. El fútbol profesional es más matemático, es 100% dentro de la cancha. El fútbol juvenil con los chicos es 50% fuera y 50% dentro. Es determinante el interpretar al jugador fuera de la cancha. Rascar mucho y meterte en la vida privada del chico. El detalle más mínimo es muy importante”.
Tantos factores que determinan el éxito. “Representas a un club y ese club no quiere perder tiempo. Un chico que juega muy bien si su vida privada es un desorden absoluto o tomas cartas en el asunto y tratas de intervenir o a primera división no llega seguro. El fútbol es no, los chicos y los padres piensan que es fácil, pero es dificilísimo. Uno ve la excepción, no la regla. Uno ve a Messi, pero no fue fácil dejar su escuela, a su familia, a sus amigos y venirse a España, fue realmente muy difícil. Hay que decirlo. La primera división es táctica. La formación está en la base. Si metemos la táctica en la base y no le enseñamos los fundamentos futbolísticos, el jugador va a subir y va a meterse en una táctica sin conocer los fundamentos. Son cinco: el pase, la recepción, la conducción, el cabeceo y el arco. Pero esos cinco son muy profundos. El entrenador de base debe enseñar, porque es más seductor refugiarte en la táctica. La formación es más engorrosa trabajar como en una mina, meterse todos los días con el casco y darle tic, tic, tic”.
En la nómina de futbolistas de los Griffa aparecen nombres históricos. “Mi padre ha tenido la suerte de descubrir jugadores de la talla de Valdano, Américo Rubén Gallego, hasta Fernando Gago. Humildemente por mi lado, Lisandro Martínez que está en el Manchester o Lo Celso en el Betis. A Giovanni le hemos descubierto en el patio de un colegio. Soy sincero, me llevé toda la división, lo hice fácil, eran siete, jugaban muy bien y me llevé a los siete (risas). Proviene de una familia muy sólida, su papá es profesional, tuvo acceso a una educación sólida que pegado a sus condiciones futbolísticas era prácticamente seguro que iba a tener su chance en primera división. No soy objetivo, pero calzaría justo para el Atleti”, explica.
Y aparece un caso particular. “Gabriel Batistuta no podía jugar en ningún lado, estaba gordo, pesado… hoy en día Gabriel para un scouter pasaría de largo, pero hay que mirar las sensaciones del jugador, hay que ver el futuro y mi padre vio que era un goleador impresionante y que había que pulirlo. Y termina explotando a los 22 o 23 años. El maestro Tavárez fue quien lo aguantó, le dijo tranquilízate. Bielsa no le veía. Porque le necesitaba para el domingo y no estaba para el domingo y mi padre pensaba para el futuro”.
El debate se traslada también a un nuevo fútbol. “Hay posiciones que han volado el fútbol, lo han dinamitado y es una cosa de locos. El delantero tanque es muy necesario. Y la figura del 10. Yo como un ojeador siempre estoy buscando al 10. Pero el scouter ve a futuro, el entrenador al fin de semana. El entrenador te habla de resultados, el scouter de proyección a primera. Por eso siempre tiene que armonizar la relación un director general que decida. El entrenador está atado a cuestiones como el resultado del fin de semana. Yo no. Lo Celso se podía haber desarrollado como 10. Jamás le diría a un jugador que esté scouteando que pare de gambetear. Si con 12 años te freno te estaría pegando un tiro, para mí es una locura. Dentro de un orden, no te tires todos los tiros. Pero a esa edad el jugador tiene la obligación de equivocarse muchísimo y tiene que entrar la corrección del entrenador y el trabajo de minería que por ahí no muchos lo quieren hacer”.
Ahora, Jorge mira a un futuro por descubrir. “El fútbol dirá. Fui a Alemania, Inglaterra haciendo trabajo investigativo. El futbol alemán se ha representado en muchos chicos y no había tenido la oportunidad de ir. El fútbol no es lo que uno quiere, es lo que te impone. Si se me necesita en algún lado me llamará. Donde el fútbol me necesite ahí iré”.
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