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En España hay un apellido que fue durante siglos una condena social. Hoy lo usan miles y miles de personas

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En España hay un apellido que fue durante siglos una condena social. Hoy lo usan miles y miles de personas

En Corea del Norte hay una palabra que marca la vida de sus 26,4 millones de habitantes desde la cuna: songbun, un término que suele traducirse como “origen” o “semilla” y que en la práctica funciona como un sistema de castas basado en los méritos de los antepasados. Si tus abuelos y padres tienen un buen expediente eso se traduce en un buen songbun, lo que garantiza facilidades a lo largo de la vida. Unos ancestros díscolos con el régimen acarrean todo lo contrario.

En España songbun suena a concepto lejano, pero durante mucho tiempo hubo ciertos apellidos que le complicaban el futuro a quienes los llevaban, incluido uno especialmente popular que hoy comparten decenas de miles de españoles.

Cuestión de apellidos. Los bebés no llegan con una barra de pan debajo del brazo, pero sí lo hacen con algo que los define mucho más: apellidos. Su historia es larga. Y compleja. En Roma ya usaban la tria nomina, un sistema que identificaba a los ciudadanos con varias ‘etiquetas’ (nomina y cognomen) que iban más allá del simple nombre de pila y revelaban el clan familiar del que procedían. 

Con el paso de los siglos los apellidos han ido evolucionando hasta el sistema actual, en ocasiones con cambios clave, como el impulsado en el siglo XVI por el cardenal Cisneros y que contribuyó a que en España tengamos dos apellidos.

Pero… ¿Y cuándo no hay padres? Cada uno de nosotros hemos tomado apellidos de nuestros padres, pero… ¿Qué pasa cuando no existe esa figura? ¿Qué ocurre con los bebés ‘desarraigados’ que eran abandonados a las puertas de iglesias y acaban criándose en orfanatos, sin familia conocida? En esos casos tocaba tirar de inventiva, aunque no era extraño que las instituciones recurrieran a ciertas fórmulas estándar que si por algo destacaban era su total falta de tacto.

En las inclusas muchos niños recibían apellidos como Incógnito, Diosdado, Blanco o Tirado. En Cataluña, también se recurría a Deulofeu, una fórmula que puede traducirse como “Dios lo hizo”. Y eso por citar solo un puñado de ejemplos.

En otras ocasiones se optaba por soluciones más imaginativas, como las referencias religiosas o al lugar en el que se había encontrado a la criatura, una práctica frecuente por ejemplo en Gipuzkoa durante buena parte del siglo XIX. Antton Iparraguirre contaba hace unos años en Diario Vasco cómo entre los siglos XVI y XVIII hubo bastantes huérfanos de Pamplona que recibieron el apellido Goñi en homenaje a don Ramiro de Goñi, benefactor del Hospital General.

Exposito

Distribución del apellido Expósito (como primer apellido).

El apellido del “abandonado”. Otra solución socorrida (y mucho menos discreta) era apellidarlo Expósito, un vocablo que proviene del latín expositus, expono, que significa “poner fuera”. Expósito se convirtió así en el apellido de los abandonados, aquellas criaturas de las que sus padres se desentendían porque no podían costear su crianza, por vergüenza o porque sus progenitores no los habían reconocido como legítimos. Su suerte era acabar al cuidado del Estado o la Iglesia, amamantados por nodrizas. Solo los más afortunados terminaban prohijados.

Más que un apellido. “Expósito fue y es más que un apellido, es una etiqueta que señalaba tanto a la persona que tenía padres incógnitos, padres desconocidos, como a sus descendientes, ya que pregona a los cuatro vientos que en algún punto los orígenes son inciertos”, anota la genealogista Mireia Nieto en Tataranietos.

En su ensayo sobre el abandono de niños entre los siglos XVIII y XIX y el orfelinato de Pamplona, la historiadora Lola Valverde recuerda también que la figura del expósito se presentaba en cierto modo como la de “un condenado por la sociedad”. “Como si fuera culpable de su situación y para que acepte su destino sin rebelarse, se esbozan unos planteamientos educativos”, reflexiona.

El apellido Expósito se convertía así en una marca, una etiqueta que les recordaba de por vida (a ellos y al resto de la sociedad) que eran fruto del abandono. Los ecos de su estigma pueden encontrarse aún en el Reglamento del Registro Civil de 1958, en el que se reconoce a los jueces la potestad de gestionar cambios del apellido Expósito “u otros análogos, indicadores de origen desconocido”.

Una cifra: 34.084. Los tiempos de los viejos orfelinatos del Antiguo Régimen, a los que los niños llegaban famélicos y ateridos, lo que reducía sus posibilidades de supervivencia, quedan ya atrás, pero no el apellido Expósito. Aunque no es ni de lejos tan popular como “García”, “Pérez” o “González”, la base de datos del INE muestra que a día de hoy identifica a decenas de miles de personas en España. 

34.084 lo usan como primer apellido, sobre todo en Lugo, Badajoz y parte de Andalucía. 37.332 lo emplean como segundo. Hay incluso 382 que se apellidan “Expósito Expósito”. Y otro buen puñado de centenares que se usan Espósito.

Imágenes | Wikipedia e INE

En Xataka | Por qué los españoles, al contrario que los habitantes de otros países, tenemos dos apellidos


La noticia

En España hay un apellido que fue durante siglos una condena social. Hoy lo usan miles y miles de personas

fue publicada originalmente en

Xataka

por
Carlos Prego

.

​En Corea del Norte hay una palabra que marca la vida de sus 26,4 millones de habitantes desde la cuna: songbun, un término que suele traducirse como “origen” o “semilla” y que en la práctica funciona como un sistema de castas basado en los méritos de los antepasados. Si tus abuelos y padres tienen un buen expediente eso se traduce en un buen songbun, lo que garantiza facilidades a lo largo de la vida. Unos ancestros díscolos con el régimen acarrean todo lo contrario.

En España songbun suena a concepto lejano, pero durante mucho tiempo hubo ciertos apellidos que le complicaban el futuro a quienes los llevaban, incluido uno especialmente popular que hoy comparten decenas de miles de españoles.

Cuestión de apellidos. Los bebés no llegan con una barra de pan debajo del brazo, pero sí lo hacen con algo que los define mucho más: apellidos. Su historia es larga. Y compleja. En Roma ya usaban la tria nomina, un sistema que identificaba a los ciudadanos con varias ‘etiquetas’ (nomina y cognomen) que iban más allá del simple nombre de pila y revelaban el clan familiar del que procedían. 

Con el paso de los siglos los apellidos han ido evolucionando hasta el sistema actual, en ocasiones con cambios clave, como el impulsado en el siglo XVI por el cardenal Cisneros y que contribuyó a que en España tengamos dos apellidos.

En Xataka

Tu apellido dice muchas cosas de ti. Pero no si desciendes de la nobleza medieval o de un “rico”

Pero… ¿Y cuándo no hay padres? Cada uno de nosotros hemos tomado apellidos de nuestros padres, pero… ¿Qué pasa cuando no existe esa figura? ¿Qué ocurre con los bebés ‘desarraigados’ que eran abandonados a las puertas de iglesias y acaban criándose en orfanatos, sin familia conocida? En esos casos tocaba tirar de inventiva, aunque no era extraño que las instituciones recurrieran a ciertas fórmulas estándar que si por algo destacaban era su total falta de tacto.

En las inclusas muchos niños recibían apellidos como Incógnito, Diosdado, Blanco o Tirado. En Cataluña, también se recurría a Deulofeu, una fórmula que puede traducirse como “Dios lo hizo”. Y eso por citar solo un puñado de ejemplos.

En otras ocasiones se optaba por soluciones más imaginativas, como las referencias religiosas o al lugar en el que se había encontrado a la criatura, una práctica frecuente por ejemplo en Gipuzkoa durante buena parte del siglo XIX. Antton Iparraguirre contaba hace unos años en Diario Vasco cómo entre los siglos XVI y XVIII hubo bastantes huérfanos de Pamplona que recibieron el apellido Goñi en homenaje a don Ramiro de Goñi, benefactor del Hospital General.

Distribución del apellido Expósito (como primer apellido).

El apellido del “abandonado”. Otra solución socorrida (y mucho menos discreta) era apellidarlo Expósito, un vocablo que proviene del latín expositus, expono, que significa “poner fuera”. Expósito se convirtió así en el apellido de los abandonados, aquellas criaturas de las que sus padres se desentendían porque no podían costear su crianza, por vergüenza o porque sus progenitores no los habían reconocido como legítimos. Su suerte era acabar al cuidado del Estado o la Iglesia, amamantados por nodrizas. Solo los más afortunados terminaban prohijados.

Más que un apellido. “Expósito fue y es más que un apellido, es una etiqueta que señalaba tanto a la persona que tenía padres incógnitos, padres desconocidos, como a sus descendientes, ya que pregona a los cuatro vientos que en algún punto los orígenes son inciertos”, anota la genealogista Mireia Nieto en Tataranietos.

En su ensayo sobre el abandono de niños entre los siglos XVIII y XIX y el orfelinato de Pamplona, la historiadora Lola Valverde recuerda también que la figura del expósito se presentaba en cierto modo como la de “un condenado por la sociedad”. “Como si fuera culpable de su situación y para que acepte su destino sin rebelarse, se esbozan unos planteamientos educativos”, reflexiona.

El apellido Expósito se convertía así en una marca, una etiqueta que les recordaba de por vida (a ellos y al resto de la sociedad) que eran fruto del abandono. Los ecos de su estigma pueden encontrarse aún en el Reglamento del Registro Civil de 1958, en el que se reconoce a los jueces la potestad de gestionar cambios del apellido Expósito “u otros análogos, indicadores de origen desconocido”.

Una cifra: 34.084. Los tiempos de los viejos orfelinatos del Antiguo Régimen, a los que los niños llegaban famélicos y ateridos, lo que reducía sus posibilidades de supervivencia, quedan ya atrás, pero no el apellido Expósito. Aunque no es ni de lejos tan popular como “García”, “Pérez” o “González”, la base de datos del INE muestra que a día de hoy identifica a decenas de miles de personas en España. 

34.084 lo usan como primer apellido, sobre todo en Lugo, Badajoz y parte de Andalucía. 37.332 lo emplean como segundo. Hay incluso 382 que se apellidan “Expósito Expósito”. Y otro buen puñado de centenares que se usan Espósito.

Imágenes | Wikipedia e INE

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En España hay un apellido que fue durante siglos una condena social. Hoy lo usan miles y miles de personas

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Carlos Prego

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