Mundo Motor
Errores que inflan el precio del seguro de auto: Cómo evitarlos

A ver, seamos sinceros, contratar o renovar el seguro del auto es una de esas tareas que muchos posponen o realizan con cierta resignación. Es un gasto necesario, claro está, para proteger nuestro patrimonio y cumplir con la ley, pero frecuentemente queda esa sensación de estar pagando más dinero de lo debido.
Resulta que, en muchas ocasiones, esa sensación tiene fundamento. Existen ciertos descuidos, bastante habituales por cierto, que pueden hacer que la prima de nuestro seguro se dispare sin que nos demos cuenta.
Por eso mismo, vamos a platicar sobre cinco de estos errores comunes, desglosando por qué ocurren y, fundamentalmente, cómo podemos evitarlos para cuidar nuestro bolsillo.

1. La comodidad de no comparar
Uno de los deslices más frecuentes nace, irónicamente, de la comodidad o la lealtad mal entendida. Mucha gente simplemente renueva su póliza año tras año con la misma compañía sin explorar otras opciones.
Pues bien, el mercado de seguros es increíblemente dinámico; las tarifas y las ofertas cambian constantemente. Lo que fue una buena opción el año pasado, quizás hoy no lo sea tanto.
Como cualquier negocio, las aseguradoras buscan maximizar sus beneficios. A menudo, las mejores tarifas se reservan para atraer nuevos clientes, mientras que los clientes existentes pueden ver incrementos graduales que, acumulados, marcan una diferencia sustancial.
Por lo tanto, no comparar activamente equivale, en la práctica, a renunciar a potenciales ahorros significativos. La lealtad no siempre se premia en este sector; en consecuencia, dedicar un par de horas a solicitar y comparar cotizaciones antes de renovar es una inversión de tiempo muy rentable.
2. Pasar por alto los descuentos disponibles
Las compañías de seguros suelen ofrecer una variedad considerable de ellos, pero no siempre los publicitan activamente ni los aplican de forma automática. Hablamos de rebajas por bajo kilometraje, por instalar dispositivos de seguridad (como alarmas o GPS), por tener un buen historial académico (para conductores jóvenes), por contar con múltiples pólizas en la misma compañía (auto y hogar, por ejemplo), o incluso por profesiones específicas.
Aquí el problema radica en la falta de proactividad del asegurado. Muchos desconocen la existencia de estos beneficios o asumen que no califican. Así pues, es fundamental preguntar explícitamente al agente o revisar detenidamente las opciones en línea.
De ahí que una simple conversación o una revisión detallada de las condiciones pueda traducirse en un ahorro porcentual nada despreciable sobre la prima final. Ignorar esta posibilidad es, literalmente, dejar dinero sobre la mesa.

3. Un historial de conducción «manchado»
Este punto, francamente, es casi de sentido común, pero no por ello menos relevante. Las multas por exceso de velocidad, conducir bajo los efectos del alcohol, los accidentes en los que se es responsable… todo queda registrado.
Y para una aseguradora, este historial es el principal indicador del nivel de riesgo que representa un conductor. A mayor riesgo percibido, lógicamente, mayor será el costo del seguro.
Si bien un error puntual puede ocurrir, un patrón de infracciones o siniestros recurrentes envía una señal inequívoca a la compañía. Puesto que el negocio asegurador se basa en la mutualización del riesgo, aquellos perfiles considerados más propensos a generar gastos (reparaciones, indemnizaciones) pagarán primas más altas para compensar esa probabilidad.
Dicho de otro modo, conducir de manera prudente y respetar las normas de tránsito no solo es vital por seguridad, sino que tiene un impacto económico directo y sostenido en el precio del seguro. A veces, incluso realizar cursos de manejo defensivo puede ayudar a mitigar el impacto de un historial no tan limpio.
4. Elegir una cobertura inadecuada
Seleccionar el nivel de cobertura adecuado es un equilibrio delicado en el seguro de auto: Cómo evitarlos. Por un lado, quedarse corto (infraseguro), eligiendo solo la cobertura básica obligatoria o deducibles muy altos para bajar la prima, puede resultar catastrófico en caso de un accidente grave. Los gastos que excedan la cobertura saldrán directamente del bolsillo del asegurado.
Por otro lado, contratar coberturas excesivas o redundantes para el uso real que se le da al vehículo o para su valor actual (un coche muy viejo con cobertura amplia total, por ejemplo) significa pagar de más por una protección que quizás nunca se utilice o cuyo beneficio marginal sea mínimo.
La dificultad estriba en evaluar correctamente las propias necesidades y el valor real del vehículo. Requiere entender qué implica cada tipo de cobertura (responsabilidad civil, daños materiales, robo total, asistencia legal, etc.) y cómo interactúan los deducibles con la prima.
De manera que, es imprescindible realizar una autoevaluación honesta: ¿cuánto se usa el auto?, ¿por dónde se circula habitualmente?, ¿cuál es su valor de mercado?, ¿qué capacidad económica hay para afrontar un deducible alto en caso de siniestro? Igualmente, pedir asesoramiento detallado y comparar no solo precios, sino el alcance real de las coberturas ofrecidas, es fundamental para no caer en ninguno de los dos extremos.

5. No actualizar la información personal
Parece mentira, pero no mantener los datos personales y de uso del vehículo al día con la aseguradora puede influir en el precio. Un cambio de domicilio, por ejemplo, puede afectar la tarifa, ya que algunas zonas se consideran de mayor o menor riesgo (por índice de robos o tráfico).
Del mismo modo, si se reduce significativamente el kilometraje anual (quizás por empezar a trabajar desde casa), esto debería comunicarse, puesto que un menor uso implica un menor riesgo y podría traducirse en una prima más baja. Otros factores como el estado civil o la inclusión de nuevos conductores habituales también deben ser notificados.
La reticencia a actualizar esta información suele deberse a la simple inercia o a la percepción de que son detalles menores. Con todo, para la aseguradora, estos datos son piezas clave en su algoritmo de cálculo de riesgo.
Por consiguiente, mantener una comunicación fluida y reportar cualquier cambio relevante no solo es una obligación contractual en muchos casos, sino una oportunidad potencial para ajustar la prima a la realidad actual del asegurado y, posiblemente, reducirla.
A ver, seamos sinceros, contratar o renovar el seguro del auto es una de esas tareas que muchos posponen o realizan con cierta resignación. Es un gasto necesario, claro está, para proteger nuestro patrimonio y cumplir con la ley, pero frecuentemente queda esa sensación de estar pagando más dinero de lo debido.
Resulta que, en muchas ocasiones, esa sensación tiene fundamento. Existen ciertos descuidos, bastante habituales por cierto, que pueden hacer que la prima de nuestro seguro se dispare sin que nos demos cuenta.
Por eso mismo, vamos a platicar sobre cinco de estos errores comunes, desglosando por qué ocurren y, fundamentalmente, cómo podemos evitarlos para cuidar nuestro bolsillo.

1. La comodidad de no comparar
Uno de los deslices más frecuentes nace, irónicamente, de la comodidad o la lealtad mal entendida. Mucha gente simplemente renueva su póliza año tras año con la misma compañía sin explorar otras opciones.
Pues bien, el mercado de seguros es increíblemente dinámico; las tarifas y las ofertas cambian constantemente. Lo que fue una buena opción el año pasado, quizás hoy no lo sea tanto.
Como cualquier negocio, las aseguradoras buscan maximizar sus beneficios. A menudo, las mejores tarifas se reservan para atraer nuevos clientes, mientras que los clientes existentes pueden ver incrementos graduales que, acumulados, marcan una diferencia sustancial.
Por lo tanto, no comparar activamente equivale, en la práctica, a renunciar a potenciales ahorros significativos. La lealtad no siempre se premia en este sector; en consecuencia, dedicar un par de horas a solicitar y comparar cotizaciones antes de renovar es una inversión de tiempo muy rentable.
2. Pasar por alto los descuentos disponibles
Las compañías de seguros suelen ofrecer una variedad considerable de ellos, pero no siempre los publicitan activamente ni los aplican de forma automática. Hablamos de rebajas por bajo kilometraje, por instalar dispositivos de seguridad (como alarmas o GPS), por tener un buen historial académico (para conductores jóvenes), por contar con múltiples pólizas en la misma compañía (auto y hogar, por ejemplo), o incluso por profesiones específicas.
Aquí el problema radica en la falta de proactividad del asegurado. Muchos desconocen la existencia de estos beneficios o asumen que no califican. Así pues, es fundamental preguntar explícitamente al agente o revisar detenidamente las opciones en línea.
De ahí que una simple conversación o una revisión detallada de las condiciones pueda traducirse en un ahorro porcentual nada despreciable sobre la prima final. Ignorar esta posibilidad es, literalmente, dejar dinero sobre la mesa.

3. Un historial de conducción «manchado»
Este punto, francamente, es casi de sentido común, pero no por ello menos relevante. Las multas por exceso de velocidad, conducir bajo los efectos del alcohol, los accidentes en los que se es responsable… todo queda registrado.
Y para una aseguradora, este historial es el principal indicador del nivel de riesgo que representa un conductor. A mayor riesgo percibido, lógicamente, mayor será el costo del seguro.
Si bien un error puntual puede ocurrir, un patrón de infracciones o siniestros recurrentes envía una señal inequívoca a la compañía. Puesto que el negocio asegurador se basa en la mutualización del riesgo, aquellos perfiles considerados más propensos a generar gastos (reparaciones, indemnizaciones) pagarán primas más altas para compensar esa probabilidad.
Dicho de otro modo, conducir de manera prudente y respetar las normas de tránsito no solo es vital por seguridad, sino que tiene un impacto económico directo y sostenido en el precio del seguro. A veces, incluso realizar cursos de manejo defensivo puede ayudar a mitigar el impacto de un historial no tan limpio.
4. Elegir una cobertura inadecuada
Seleccionar el nivel de cobertura adecuado es un equilibrio delicado en el seguro de auto: Cómo evitarlos. Por un lado, quedarse corto (infraseguro), eligiendo solo la cobertura básica obligatoria o deducibles muy altos para bajar la prima, puede resultar catastrófico en caso de un accidente grave. Los gastos que excedan la cobertura saldrán directamente del bolsillo del asegurado.
Por otro lado, contratar coberturas excesivas o redundantes para el uso real que se le da al vehículo o para su valor actual (un coche muy viejo con cobertura amplia total, por ejemplo) significa pagar de más por una protección que quizás nunca se utilice o cuyo beneficio marginal sea mínimo.
La dificultad estriba en evaluar correctamente las propias necesidades y el valor real del vehículo. Requiere entender qué implica cada tipo de cobertura (responsabilidad civil, daños materiales, robo total, asistencia legal, etc.) y cómo interactúan los deducibles con la prima.
De manera que, es imprescindible realizar una autoevaluación honesta: ¿cuánto se usa el auto?, ¿por dónde se circula habitualmente?, ¿cuál es su valor de mercado?, ¿qué capacidad económica hay para afrontar un deducible alto en caso de siniestro? Igualmente, pedir asesoramiento detallado y comparar no solo precios, sino el alcance real de las coberturas ofrecidas, es fundamental para no caer en ninguno de los dos extremos.

5. No actualizar la información personal
Parece mentira, pero no mantener los datos personales y de uso del vehículo al día con la aseguradora puede influir en el precio. Un cambio de domicilio, por ejemplo, puede afectar la tarifa, ya que algunas zonas se consideran de mayor o menor riesgo (por índice de robos o tráfico).
Del mismo modo, si se reduce significativamente el kilometraje anual (quizás por empezar a trabajar desde casa), esto debería comunicarse, puesto que un menor uso implica un menor riesgo y podría traducirse en una prima más baja. Otros factores como el estado civil o la inclusión de nuevos conductores habituales también deben ser notificados.
La reticencia a actualizar esta información suele deberse a la simple inercia o a la percepción de que son detalles menores. Con todo, para la aseguradora, estos datos son piezas clave en su algoritmo de cálculo de riesgo.
Por consiguiente, mantener una comunicación fluida y reportar cualquier cambio relevante no solo es una obligación contractual en muchos casos, sino una oportunidad potencial para ajustar la prima a la realidad actual del asegurado y, posiblemente, reducirla.