El cadáver de una vaca sumergido a 1629 metros de profundidad atrae a ocho visitantes inesperados

Un experimento que buscaba simular lo que le ocurre al cadáver de una ballena cuando cae al fondo del mar ha resultado con un hallazgo inesperado: ocho tiburones dormilones llegaron para devorar los restos de la vaca.

​Un experimento que buscaba simular lo que le ocurre al cadáver de una ballena cuando cae al fondo del mar ha resultado con un hallazgo inesperado: ocho tiburones dormilones llegaron para devorar los restos de la vaca.  

Como parte de un experimento de observación y comportamiento de la vida marina en el Mar de China Meridional (también llamado Mar del Este o mar de Filipinas Occidental), investigadores lanzaron el cadáver de una vaca a más de 1.500 metros de profundidad, algo que atrajo a visitantes inesperados: ocho tiburones dormilones (Somniosus pacificus), según se detalla en un estudio publicado en la revista Ocean-Land-Atmosphere Research.

En la investigación, firmada por el autor Han Tian, de la Universidad Sun Yat-sen y del Laboratorio de Ciencias Marinas e Ingeniería del Sur de Guangdong (China), se explica que la idea de sumergir el cuerpo de la vaca a 1629 metros de profundidad, cerca de la isla de Hainan, era simular y averiguar lo que ocurre cuando el cadáver de una ballena cae al fondo del mar.

En las imágenes difundidas se puede observar a peces, crustáceos y otras especies alimentándose del cadáver de la vaca. Luego, aparecen sorpresivamente hasta un total de ocho ejemplares de tiburón dormilón, una especie difícil de observar, debido a que suele habitar a más de mil metros de profundidad. La secuencia marca el primer registro del esquivo animal marino en la región.

Los tiburones hacen fila para alimentarse

Los investigadores se percataron de que estos tiburones parecen tener un orden establecido para alimentarse. Por ejemplo, parecía que los tiburones hacían algo parecido a una fila para poder sacar un bocado del cadáver y hacían espacio cuando otro ejemplar llegaba por detrás.

“Este comportamiento sugiere que la prioridad de alimentación está determinada por la intensidad competitiva individual, incluso en ambientes de aguas profundas, lo que refleja una estrategia de supervivencia adecuada para la alimentación no solitaria entre los tiburones dormilones del Pacífico”, afirma en un comunicado Han Tian.

Comportamiento agresivo para comer en ejemplares más grandes

Sin embargo, existe una posibilidad de que los tiburones cedían su lugar de alimentación debido a que no querían competir por la comida. Por ejemplo, los investigadores se dieron cuenta de que los tiburones más grandes, que medían 2,7 metros o más, eran mucho más agresivos y actuaban como carroñeros a la hora de sacar un pedazo del cadáver, en comparación los ejemplares más pequeños, que se alimentaban con más cautela.

El comportamiento altamente agresivo de los tiburones “sugiere que esta región aún alberga abundantes fuentes de alimento en las profundidades marinas. Pero, ¿cuáles son exactamente? Esta pregunta es intrigante tanto para la distribución de los animales como para la investigación del comportamiento”, agrega el experto.

Los autores del experimento también observaron que algunos de los tiburones dormilones tenían parásitos en sus ojos, aunque no saben cuáles eran. Otras especies de tiburones, como los de Groenlandia, también han sido vistos con parásitos dentro de sus ojos.

¿Posibles efectos del cambio climático?

Se cree que el S. pacificus vive preferentemente en aguas frías. Ha sido documentado anteriormente en el Pacífico Norte, desde Japón hasta Alaska, pero también en Baja California y en Tonga. Sin embargo, y tal vez debido a otros fenómenos, como el cambio climático, ha sido visto también cerca de las Islas Salomón y de Palau.

“Aunque también se han encontrado tiburones dormilones del Pacífico en las aguas profundas de su área de distribución típica en el Pacífico Norte, su frecuente aparición en la región suroccidental del Mar de China Meridional sugiere que nuestro conocimiento de esta población sigue siendo significativamente limitado”, concluye el autor.

Editado por José Urrejola, con información de IFLScience, BBC Wildlife Magazine y Ocean-Land-Atmosphere Research.

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