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De partido más bonito del año a final contaminada

Apenas unas horas después de la marejada copera, Sevilla amaneció llenándose lentamente de aficionados de Real Madrid y Barcelona dispuestos a presenciar una final copera histórica que estuvo cerca de no celebrarse. La capital hispalense vibrará hoy con cerca de 70.000 aficionados de uno y otro club que aspiran a reconquistar el título copero y que están llegando por tierra y aire. Nada más y nada menos que ante su rival antagónico por antonomasia. Y en eso se escudan los seguidores de uno u otro equipo. Más allá de colores y pasiones, lo vivido ayer en el estadio de La Cartuja, con posterior traslado al hotel donde se aloja el Real Madrid, deja un aire de cierta tensión, nerviosismo y tirantez entre uno y otro club, y por ende, entre sus aficionados. Unos seguidores, los blancos, que en su mayoría defienden la actuación de sus dirigentes en su primera parte, pero que se quedan un poco perplejos tras la marcha atrás del club: “Si se hace, se va hasta el final”, comentaba un aficionado madridista a las puertas del hotel donde está la expedición blanca. “Recular ahora es ponerse a los pies de los caballos”, terminaba.
El ambiente de la final de Copa se va tensando más según se acerca la hora de inicio de la misma.
Apenas unas horas después de la marejada copera, Sevilla amaneció llenándose lentamente de aficionados de Real Madrid y Barcelona dispuestos a presenciar una final copera histórica que estuvo cerca de no celebrarse. La capital hispalense vibrará hoy con cerca de 70.000 aficionados de uno y otro club que aspiran a reconquistar el título copero y que están llegando por tierra y aire. Nada más y nada menos que ante su rival antagónico por antonomasia. Y en eso se escudan los seguidores de uno u otro equipo. Más allá de colores y pasiones, lo vivido ayer en el estadio de La Cartuja, con posterior traslado al hotel donde se aloja el Real Madrid, deja un aire de cierta tensión, nerviosismo y tirantez entre uno y otro club, y por ende, entre sus aficionados. Unos seguidores, los blancos, que en su mayoría defienden la actuación de sus dirigentes en su primera parte, pero que se quedan un poco perplejos tras la marcha atrás del club: “Si se hace, se va hasta el final”, comentaba un aficionado madridista a las puertas del hotel donde está la expedición blanca. “Recular ahora es ponerse a los pies de los caballos”, terminaba.
Si ya de por sí, el ambiente en los Clásicos es caldeado, aunque sin llegar a las temperaturas que se alcanzaron con los choques entre el Madrid de Mourinho y el Barça de Guardiola, con aquel mes de abril de 2011, cuando se enfrentaron hasta en cuatro ocasiones, este va aumentado conforme se acerca la hora del partido. Y no sólo por el calor que hace y hará en Sevilla, sino por ese choque también a la hora de lanzar su mensaje. Mientras los blancos lo ven todo casi negro viendo las declaraciones de los protagonistas arbitrales, la actitud tanto de Hansi Flick, con su mensaje directo y conciliador (“Hay que proteger a la gente que hay alrededor de esto. En el césped hay decisiones que influyen, pero después del partido eso se ha acabado. Necesitamos a los árbitros. Ya dije hace meses que hay que cuidarlos”) como de Araújo (“Me dijeron que me podían preguntar de los árbitros… pero no hablamos de eso. Ser árbitro es difícil, hay que entender cuál es su trabajo y no puedo opinar más”), intentan apaciguar un incendio con escasas oportunidades de hacerlo… u otra manera de intentar arrimar el ascua a su sardina. También el mensaje de Laporta para arengar a los aficionados culés (“Todos unidos hacemos fuerza”) caló rápido en los seguidores blaugranas. Por su parte, del equipo blanco, al no haber mensajes directos, sus aficionados tuvieron que ir a las redes sociales personales de cada jugador. Carlo Ancelotti colgó un cartel con el escueto lema ‘Hala Madrid!‘, o Fede Valverde, que aprovechó un mensaje a través de un programa de RMTV para pedir el apoyo de los aficionados blancos. Dos maneras antagónicas de ir preparando el escenario para la final.
Pero la parte más señalada para este partido es el colectivo arbitral. Las palabras de Pablo González Fuertes (“Hay más unión que nunca entre los árbitros, posiblemente por la situación que tenemos a nuestro alrededor. Esa unión la refrendamos con nuestro presidente, Luis Medina, los 180 que componemos la plantilla profesional. Vamos a empezar a tomar medidas, no vamos a seguir permitiendo lo que está pasando. En pocas fechas lo veréis. Vamos a hacer historia y no vamos a seguir aguantando lo que estamos aguantando. ¿Huelga? En breve tendréis noticias”) que provocaron el estallido del Real Madrid siguen caldeando el ambiente… y lo que es peor, ha colocado tanto a su compañero Ricardo de Burgos Bengoetxea como a él mismo en la diana. Para el entorno blanco, es una velada amenaza para ahora y para el futuro. Eso es lo que ha motivado este enfado mayúsculo en el seno de la directiva madridista que ha estado a punto de dejar huérfana esta final de Copa…
Pero tras esas palabras, ahora la presión la tienen ellos, el equipo arbitral. Como dos Sísifos eternos, De Burgos y González Fuertes cargarán con el peso de la historia hagan lo que hagan y ya no volverán a ser mirados de la misma manera. Cierto es que el colectivo arbitral emitió un comunicado en las primeras horas del día de la final, donde les muestran todo su apoyo ante las críticas recibidas y les transmiten su apoyo para la cita copera. Pero serán examinados bajo lupas incendiarias por unos y por otros.
La final de Copa, el partido más bonito del año, se ha convertido en apenas 10 horas, en una final contaminada, tensa y que será utilizada como arma arrojadiza por unos y por otros. El ambiente irá in crescendo a partir de ahora en cada acción arbitral complicada que salpique al Madrid será motivo de polémica ad aeternum.El empozoñamiento del fútbol.
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