Aunque las críticas no fueron demasiado buenas, el público dictó sentencia y El contable se convirtió en un éxito. Ben Affleck canalizó a la perfección con su actuación al personaje de la infravalorada película de Gavin O’Connor. El filme ha tenido una segunda vida gracias al ‘streaming’, y por fin -tras una espera bastante larga- tenemos la secuela, y es muy diferente de lo que cabría esperar. El contable 2 deja atrás la seriedad de su predecesora para ofrecer una fórmula renovada. Esta segunda entrega supone un soplo de aire fresco: ampliando la historia y las relaciones de la primera entrega, para darnos un retrato conmovedor y divertido de dos hermanos dentro de una complicada trama. Todo ello mientras se adentra de lleno en una premisa absurda ejecutada con total confianza: Christian Wolff (Affleck) es un genio de los números que trabaja para la mafia y, a tiempo parcial, un justiciero armado cuyo autismo se aborda con delicadeza y realismo, aunque enmarcado como si fuera un superpoder.
Las circunstancias de la industria no deberían influir en la crítica de una gran película, pero en este caso lo hacen. El hecho es que, hace una década, una película como El contable 2 podría no parecer tan peculiarmente especial como lo es ahora. Es, francamente, extraño que esto esté sucediendo tantos años después, con Amazon dando un paso adelante para ayudar a que suceda. ¿Por qué tomarse tantas molestias, tanto tiempo después del estreno de la original, para hacer esta película? Bueno, aparentemente, porque O’Connor, Affleck y todos los demás implicados realmente querían hacerla, como demuestra el hecho de que es un producto que funciona. Parecía como si hubiera sido un intento desesperado de sacar dinero o de crear una franquicia a partir de algo que ya tuvo éxito, pero no lo es. Es una secuela honesta y francamente entretenida. Lo sorprendente de El contable 2 es que no aparece una segunda entrega al uso donde se repite la fórmula, además no trata de ser la próxima John Wick. Más bien tiene un misterio que desentrañar y personajes en los que profundizar. Cuando llega la acción, es de agradecer y resulta aún más emocionante.

Warrick Page/Amazon
Puede que algunos se resistan a modificar una fórmula que funciona en lugar de un enfoque diferente que podría no hacerlo. Gran parte del encanto de la primera entrega residía en que parte de una premisa de novela negra y la pasa por el tamiz del cine de héroes o justicieros prácticamente indestructibles. El personaje Affleck, un contable que se hace llamar por una variedad de seudónimos inspirados en matemáticos famosos, es a veces indistinguible de la versión de de Daredevil que interpretó el actor hace 20 años. Sólo que en lugar de que su ceguera le dé el sentido del radar, aquí es el autismo el que se presenta como una especie de superpoder. Uno de los increíbles poderes que mostraba aquel Christian Wolff era su capacidad para analizar asientos contables de décadas en una noche, y aquí hay menos de esos momentos matemáticos, pero la película gana en comedia y dosis de acción.
El filme arranca con una escena inicial en la que el ex director del Tesoro de los Estados Unidos, Raymond King (J.K. Simmons), es asesinado mientras trabaja en un caso en secreto. King seguía unas pistas en las que parecía estar emocionalmente involucrado. Su muerte deja tras de sí un intrincado rompecabezas para que Wolff lo resuelva mediante una nota a su nombre, cosa que tendrá que hacer junto con la sucesora de King en el Departamento del Tesoro, Marybeth Medina (a la que vuelve a dar vida Cynthia Addai-Robinson). El caso que llevó a la muerte de King revela una red de tráfico humano entre Centroamérica y el sur de Estados Unidos, exponiendo las formas en que los inmigrantes indocumentados -que tienen pocos recursos legales- son explotados. Mientras que la primera película la trama central -que giraba entorno a la estafa de una empresa multinacional- no tenía matices emocionales, El contable 2 evoca una inmensa empatía con un drama de rabiosa actualidad y el misterio que rodea a la muerte de uno de los protagonistas de la primera entrega.

Warrick Page/Amazon
El director sigue ofreciendo algunas escenas de peleas coreografiadas de primera categoría, pero esta secuela, es una película con muchas más esencias, incluso con una escena de Affleck bailando torpemente en un bar. Aunque en el primer acto la película parece algo confusa -incluyendo una extraña escena en la que el contable amaña un evento de citas rápidas- rápidamente es capaz de reponerse, especialmente cuando la trama empieza a desenmarañarse y nos hacemos una idea de lo que realmente está pasando. Desde la misteriosa asesina Anaïs (Daniella Pineda), hasta los repentinos asesinatos, el realizador encuentra con frecuencia formas de mantener la atención del público. Pero, sin duda la secuela levanta el vuelo cuando entra en escena el Brax de Jon Bernthal, cuyo personaje se muestra como un estupendo compañero y del vamos a conocer mucho más que en la primera película. Además, la química entre Affleck y Bernthal funciona como un reloj: su amor fraternal y sus discusiones son el núcleo de la película. Aunque hemos visto a estos personajes hacer cosas moralmente cuestionables, las escenas que comparten los humanizan de una forma que el espectador no espera.
En resumen, estamos ante una secuela de gran peso emocional y muchas más dosis de diversión que su predecesora. La química entre los protagonistas es lo que hace que la secuela sea un éxito. A veces es divertidísima, otras veces intrigante, por momentos emocionante y finalmente una explosión de acción. ¿Es un largometraje totalmente inverosímil? Completamente, pero ¿desde cuándo las películas tienen que ser realistas? El contable 2 es un perfecto objeto de entretenimiento y evasión que funciona muy bien. Cualquiera que haya disfrutado con El contable se lo pasará en grande sin duda con esta continuación. Es raro que las secuelas superen a las anteriores, pero O’Connor y el guionista Bill Dubuque lo consiguen aquí. Es puro entretenimiento palomitero, ejecutado con eficacia y eso muchas veces es de agradecer.