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Espectáculo

Discoteca Jet Set: luto, dolor y lágrimas

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El lunes 7 de abril amaneció como casi todos los lunes en esta media isla: caluroso y con tapones. Nada podía presagiar la tragedia que iba a llenar de luto, dolor y lágrimas a todo un país.

Poco después de la medianoche, el techo de una discoteca se desplomó sobre más de 600 personas que disfrutaban de un concierto memorable y los colaboradores del lugar, callando para siempre la voz más alta del merengue y truncando sin retorno los sueños y las vidas de cientos de almas.

La magnitud de la tragedia y la secuencia de las noticias no dejó a nadie indiferente. Un luto colectivo comenzó a expandirse por nuestro país y el mundo. Comenzaron a conocerse los nombres y las historias de los que permanecían bajo los escombros y las lágrimas y la impotencia fluían imparables.

La muerte tiene la extraña virtud de igualarnos a todos. Debajo de toneladas de escombros, el dinero, la juventud o la belleza no jugó a favor de nadie. Frente a la angustiosa espera, ricos y pobres esperaban bajo el mismo el sol por alguna buena noticia, orando por un milagro.

El punto luminoso de la jornada era el trabajo incansable de los voluntarios y los equipos de rescate. Héroes anónimos que luchaban contra reloj, con uñas y dientes para acelerar la remoción de los escombros y encontrar sobrevivientes.

Cada hora que pasaba, los gritos se hacían más tenues y las esperanzas disminuían. Muchos no podrán dormir por mucho tiempo y ojalá reciban y se les provea ayuda psicológica a los que lograron salir y a los familiares de las víctimas.

Concluidos los trabajos en la “zona cero”, ahora el drama continúa frente a Patología Forense, sobrepasada en sus capacidades frente a una tragedia de esta magnitud.

Los deudos necesitan velar a sus fallecidos para que los ritos finales les ayuden a conseguir algún nivel de cierre ante lo terrible, lo inimaginable. Los ánimos se caldean ante la lentitud de los procesos, mientras la desesperación y la angustia aumentan.

Mi corazón se desgarra ante 221 vidas perdidas en un solo segundo y por las docenas de niños que quedaron en la orfandad más inexplicable. Familias enteras irremediablemente incompletas.

Ahora es que falta por hacer

El propietario del Jet Set dirigió un discurso leído y compartido por redes sociales. Fue escrito y analizado por profesionales. Se tomó en cuenta el tono, los colores, la expresión para crear el efecto deseado.

Se designó un vocero y a través de su red de medios, se pide calma y tiempo en un ejercicio de mitigación y gestión de crisis por el libro. 

Pero hasta este momento, sin que haya trascendido, no ha habido el primer acercamiento a los afectados para brindar algún tipo de asistencia.

Todavía hay docenas de personas ingresadas en hospitales y clínicas que van a requerir cirugías, largos internamientos y post operatorios, sin contar las secuelas físicas y emocionales que deben tratar. Los costos son millonarios.

Dentro de la discoteca trabajaban docenas de personas en servicio, bares, seguridad, administración, sonido…el empleador tiene responsabilidades contractuales al margen de la responsabilidad moral ante el siniestro. ¿Está cumpliendo?

El gobierno designó una “comisión”.  Todos sabemos lo que eso significa en este país. Quizás, solo quizás, la muerte de personalidades ligadas a la más alta política y esferas económicas logre traspasar el muro de burocracia y desidia de las famosas comisiones y que se obtengan resultados.

Hay un país en oración clamando al Todopoderoso para que los familiares de las víctimas encuentren consuelo, fortaleza y paz ante la pérdida irreparable, pero también justicia.

El país demanda respuestas y responsabilidades. Las responsabilidades morales, civiles y penales que corresponden conforme a la gravedad del daño. No queremos discursos, ni museos ni homenajes.

  • Nada devolverá a esas 221 personas con sus familias, nada recogerá las lágrimas derramadas, pero podemos trabajar para que no vuelva a suceder.

Que se cumpla la Ley y que los responsables den la cara. Comencemos por ahí y después hablamos.

 

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