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Espectáculo

Cuando Santa Teresa venció a Don Quijote

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Mientras España trataba de adaptarse al nuevo reinado de Felipe II, luego de la abdicación de su padre, la región de Ávila vivió varios hechos importantes.

La Mesta, una organización de ganadería adquirió muchísima fuerza, creció la influencia de la industria textil y en 1559, se publicaron los Coloquios espirituales del santo Juan De Ávila.

De estos, el único hecho importante es el de Juan, quien jugaría un papel central en el proceso que Teresa De Jesús tendría que enfrentar por su manera de expresar la fe.

La mujer redactó en tres ocasiones distintas el texto conocido como Libro de la vida; lo envía en 1565 al santo para que le dé su valoración y este se lo regresa tres años más tarde.

Quisiera yo que, como me han mandado[2] y dado larga licencia para que escriba el modo de oración y las mercedes que el Señor me ha hecho, me la dieran para que muy por menudo y con claridad dijera mis grandes pecados y ruin vida. Diérame gran consuelo. Mas no han querido, antes atándome mucho en este caso. Y por esto pido, por amor del Señor, tenga delante de los ojos quien este discurso de mi vida leyere, que ha sido tan ruin que no he hallado santo de los que se tornaron a Dios con quien me consolar. (Tomado de la edición digital de 2015 de El libro de la vida).

Confiscado por la Santa Inquisición

A pesar de contar con la aprobación de un sacerdote bien valorado en la época, el libro fue confiscado por la Santa Inquisición y no fue publicado hasta que fray Luis De León, tras la muerte de Teresa, lo publicara en 1588.

La novelista española, Cristina Morales, en su libro Introducción A Teresa De Jesús, encuentra en la disculpa que la poeta coloca al principio del libro un ejemplo de la censura habitual de los curas del siglo XVI y los editores de esta época.

A los siete años, según algunas historias, Teresa quiso marchar con su hermano Rodrigo a buscar que los moros los descabezasen por Cristo. Pero su tío Francisco Álvarez los detuvo cuando se disponían a cruzar el puente del río Adaja.

Quizá fuera bueno que ella viviera en la época que lo hizo, para que tuviera el impacto que logró.

Hoy, y sin ánimo de revisionismo histórico, la autora de poemas místicos que influenciaría al mundo durante los siguientes siglos, pasaría sin pena ni gloria ante las tantas oportunidades de acceso a la información que existen. En su defecto, es probable que fuera influencer de redes sociales o Youtuber como Ther.

Amor por la lectura

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Infografía

En el siglo XVI a pesar del estancamiento financiero causado por las campañas militares, España tenía una fuerza económica alta, fruto de los ingresos que amasaba tras la conquista.

Y a pesar de las precariedades de la época, Teresa vivía en condiciones ventajosas, en comparación con otras niñas y niños de la época: sabía leer, que ya era bastante privilegio.

Y así como Alonso Quijano solía zambullirse en los libros por largas jornadas, Teresa hacía lo propio, con la ventaja que le daba no haber salido de una pluma.

Y a diferencia de Don quijote, ella cambió su interés en la guerra militar por una meramente espiritual, se dedicó al estudio y a la formación de otras religiosas. Este interés desembocó en la creación de 16 conventos.

Es decir, donde el Quijote encontró una armadura, cabalgadura, espada y escudero, Santa Teresa, no menos aventurera, emprendió escaramuzas con las únicas armas que la época le permitía tener como mujer: las fiebres que casi la matan, la lectura, la biblia y la capacidad inagotable para que otras religiosas le siguieran.

Pero allí donde Don Quijote tenía a la porquera por musa,Teresa asumía a Dios como esposo. De este modo, la Dulcinea permanecía en un plano absolutamente terrenal, siendo una aspiración ilusoria dentro de la ilusión de la literatura.

Pero Teresa, al elegir a una figura como la de Dios, perteneciente a un imaginario mucho más amplio, se elevaba a sí misma, como ya lo habían hecho Saulo de Tarso, Agustín de Hipona o Rumi:

No sé cómo he de pasar de aquí, cuando me acuerdo la manera de mi profesión y la gran determinación y

contento con que la hice, y el desposorio que hice con Vos. Esto no lo puedo

decir sin lágrimas, y habían de ser de sangre y quebrárseme el corazón, y no

era mucho sentimiento para lo que después os ofendí. Paréceme ahora que

tenía razón de no querer tan gran dignidad, pues tan mal havía de usar de ella.

Mas Vos, Señor mío, quisistes ser —casi veinte años que usé mal de esta

merced— ser el agraviado, porque yo fuese mijorada. No parece, Dios mío,

sino que prometí no guardar cosa de lo que os havía prometido, aunque

entonces no era ésa mi intención; mas veo tales mis obras después, que no sé

qué intención tenía, para que más se vea quién Vos sois, Esposo mío, y quién

soy yo; que es verdad, cierto, que muchas veces me tiempla el sentimiento de

mis grandes culpas el contento que me da que se entienda la muchedumbre de

vuestras misericordias

(De El libro de la vida, incluido en las obras completas, edición de 1967)

Enfermedad y curación

Hay cientos de historias alrededor de las enfermedades que en plena edad casadera tuvo Teresa.

También están las múltiples declaraciones de lo que significó su curación, tanto en la edición de las obras completas hecha por Biblioteca de Autores Cristianos (BAC) o una serie de documentos publicados en el portal del Instituto Cervantes.

Sin embargo, solo por un momento podría caber la pregunta conspiranoica de si aquellas caídas en cama no pudieran ser una evasión al matrimonio.

Pero esto es mucho especular, porque incluso luego de haber estado en el convento de las Carmelitas de la Encarnación, debe regresar a su casa muy enferma. Y, según cuenta la historia, fue amortajada y al tercer día se recuperó, aunque quedó sin movilidad, que recuperó por intersección de San José.

Es decir, Teresa tuvo todo lo necesario para ser una figura monumental.

Y para quienes aman los gestos premonitorios y los vínculos aleatorios, esta grandeza se puede percibir en el hecho de que, siendo muy pequeña, Teresa escribió un libro de caballería y posteriormente, ya siendo religiosa, tuvo que enfrentarse a todo tipo de críticas por las visiones místicas que afirmaba tener.

El libro de la vida

Da mucha risa el hecho de que eran justamente los curas quienes la acusaban de sacrílega y todo tipo de maldades por afirmar que veía a Cristo.

Y como un hecho más que irónico:  su libro más popular, El libro de la vida, fue escrito a solicitud de algunos de sus censores para determinar qué tan poseída o no estaba Teresa.

Los ataques que vivió la escritora pueden representarse en la relación que tuvo con Domingo Báñez, quien amenazó a Teresa con hacer que le quemaran el libro autobiográfico, al ver que las copias de este circulaban de forma descontrolada.

Y es por esto que en el manuscrito que se conserva en el monasterio del Escorial puede verse que el documento está lleno de tachones y anotaciones, algunos hechos por la propia Teresa, otros, se presume, que por Báñez.

Hay una diferencia importante entre Teresa y Don quijote como personaje. Mientras este último acepta su locura como una evidencia de la cordura que debe prevalecer, Teresa logra que sea su entorno quien asuma su visión.

Y quizá por eso Harold Bloom tenga razón al criticarle a Cervantes que matara a Don Quijote de este modo, robándole parte de la inmortalidad que construyó entre sus aventuras.

En cambio, Teresa edificó su figura, tan quijotesca como la hecha por Cervantes, pero prevaleció en ella. Y esa permanencia como personaje de sí misma, le dio mayor vigencia a su obra.

Pues, aunque se le valora como poeta, suele decirse que sus versos no tienen todo el poder de estructura que tenía la poesía del siglo XVI.

Y con todo, obra y poeta articulan una cabalgata en la que no necesitó ni viajar al Perú o Río De La Plata como sus hermanos ni hacerse cortar la cabeza para ser célebre o santa.

26 DICHOSA ZAGALA

[1]

¡Oh, dichosa la zagala

Que hoy se ha dado a un tal zagal

Que reina y ha de reinar!

Venturosa fue su suerte,

Pues mereció tal Esposo:

Ya yo, Gil, estoy medroso,

No la osaré más mirar,

Pues ha tomado marido

Que reina y ha de reinar.

Pregúntale qué le ha dado

Para que lleve a su aldea.

El corazón le ha entregado

Muy de buena voluntad.

— ¡Mi fe!, poco le ha pagado.

Que es muy hermoso el zagal,

Y reina y ha de reinar.

Si más tuviera más diera;

¿Por qué le avisas, Carillo?

Tomemos el covanillo,

Sírvanos, deja sacar,

Pues ha tomado marido

Que reina y ha de reinar.

Pues vemos lo que dio ella,

¿Qué le ha de dar el Zagal?

Con su sangre la ha comprado;

¡Oh, qué precioso caudal!

Y dichosa tal zagala

Que contenta a este Zagal.

Mucho la devía amar,

Pues le dio tan gran tesoro;

¿No ves que se lo da todo

Hasta el vestir y calzar?

Mira que es ya su marido

Que reina y ha de reinar.

Bien será que la tomemos,

Para este nuestro rebaño,

Y que la regocijemos

Para ganar su amistad,

Pues ha tomado marido

Que sin fin ha de reinar

(De las obras completas, edición de 1967 por la Biblioteca de Autores Cristianos)

 

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