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Isco contra la historia
Sevilla vuelve a parar su reloj. Es la hora del derbi. Su derbi. El que eleva los sentimientos hasta cualquier límite para dejar de nuevo un camino de sonrisas y lágrimas. Betis y Sevilla quieren reinar en la ciudad mientras miran a Europa bajo el deseo de agarrarse a sus objetivos de Liga (sigue el partido en directo en AS.com). Los verdiblancos sostienen su enésima etiqueta de favorito porque su senda parece más próspera que la de su eterno rival. Los nervionenses se agarran a sus números porque pese a que la estadística no lo es todo, sí desvela muchas realidades. Pellegrini levanta la mano porque quiere conseguir lo que no consiguió en Liga desde que llegó. García Pimienta advierte que su proyecto, tan minimizado y tan criticado, quizás sí tenga la suficiente casta y el suficiente coraje para estos duelos. El Benito Villamarín dictará sentencia en un derbi lleno de interrogantes.
El malagueño lidera a un Betis que quiere desafiar la hegemonía del Sevilla en los derbis. Antony y Lukebakio ponen el vértigo en el Benito Villamarín.
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Sevilla vuelve a parar su reloj. Es la hora del derbi. Su derbi. El que eleva los sentimientos hasta cualquier límite para dejar de nuevo un camino de sonrisas y lágrimas. Betis y Sevilla quieren reinar en la ciudad mientras miran a Europa bajo el deseo de agarrarse a sus objetivos de Liga (sigue el partido en directo en AS.com). Los verdiblancos sostienen su enésima etiqueta de favorito porque su senda parece más próspera que la de su eterno rival. Los nervionenses se agarran a sus números porque pese a que la estadística no lo es todo, sí desvela muchas realidades. Pellegrini levanta la mano porque quiere conseguir lo que no consiguió en Liga desde que llegó. García Pimienta advierte que su proyecto, tan minimizado y tan criticado, quizás sí tenga la suficiente casta y el suficiente coraje para estos duelos. El Benito Villamarín dictará sentencia en un derbi lleno de interrogantes.
El duelo llega tras el abrazo silencioso de los dos clubes a través de sus dirigentes. Habrá paz en el palco y pasión en el resto del estadio. Las miradas buscarán líderes sobre el césped. El Betis eligió a Isco desde que Pellegrini creyó en él y en su capacidad por reinventarse. Ahora dibuja casi todo el fútbol de un equipo que sueña con la Champions gracias a su talento. Apretará la mano de Saúl, el que estaba destinado a ser el líder de este Sevilla en reconstrucción y aún sueña con serlo. Han pasado nueve años desde esa campaña en la que ambos se midieron en una final de Champions que cayó del lado del malagueño. Fueron los dos descartes de Del Bosque para aquella fallida Eurocopa de 2016. Pero ya se sentían líderes. El Betis tiene al suyo y el Sevilla aún cree que puede tenerlo.
Pellegrini expondrá su valentía sin cambiar casi nada de lo que le está funcionando. Su idea es intocable. Por mucho que no logre vencer en los derbis o haya escapado de una crisis que parecía letal hace un mes y medio. El chileno es la base de este Betis que quiere crecer más. Bartra y Llorente harán de muralla, Johnny Cardoso llega a tiempo para equilibrar el fútbol que Fornals e Isco pretendan fabricar. Habrá vértigo con Antony y Jesús Rodríguez, convertidos en los revolucionarios de invierno de este proyecto que mira a la Champions. Cucho será el nueve que a veces no parece nueve.
El Sevilla también aspira a dar continuidad a sus últimas semanas. ¿Expondrá la incisiva versión a domicilio que conquistó San Sebastián o Zorrilla? García Pimienta confía en un bloque que tembló cuando aspiró a dar ese pequeño salto hacia la candidatura europea. Badé y Kike Salas quieren confirmar su buen momento en la zaga, Gudelj quiere estrenar su capitanía en un derbi siendo un buen escudero para que Lokonga y Saúl sean imprevisibles. En Nervión sueñan con los espacios. Los que invitan a Lukebakio a ser uno de los futbolistas más decisivos de esta Liga. Ejuke pondrá su sello de revolución por la otra banda mientras Isaac Romero amenaza con convertir en eficacia su carácter competitivo. Es el derbi de siempre. El que todos quieren convertir en su fiesta particular, aunque la felicidad compartida sea (casi) imposible.
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