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Baloncesto

Cuando el baloncesto europeo se partió

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Un Kinder-Baskonia de la final de la Euroliga en la temporada 2000-2001.

La comparecencia de Adam Silver, comisionado de la NBA, y Andreas Zagklis, secretario general de la FIBA, en Nueva York es una imagen robusta, seguramente el pistoletazo definitivo de salida para una revolución integral, una transformación sísmica en el baloncesto europeo. Por un lado, la certeza de que esta vez , ahora va en serio: hay un proyecto y está en marcha, como confirmaron (casi un sello de oficialidad antes de la oficialidad) los es el momento y estamos preparados de Silver, que ha tenido esta idea entre ceja y ceja en los últimos tiempos, parece que incluso por delante de la expansión de la NBA a 32 franquicias.

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​En la temporada 2000-01, se solaparon la primera Euroliga y la Suproliga, experimento de la FIBA. Una situación que puede repetirse en la 2026-27.  

La comparecencia de Adam Silver, comisionado de la NBA, y Andreas Zagklis, secretario general de la FIBA, en Nueva York es una imagen robusta, seguramente el pistoletazo definitivo de salida para una revolución integral, una transformación sísmica en el baloncesto europeo. Por un lado, la certeza de que esta vez , ahora va en serio: hay un proyecto y está en marcha, como confirmaron (casi un sello de oficialidad antes de la oficialidad) los es el momento y estamos preparados de Silver, que ha tenido esta idea entre ceja y ceja en los últimos tiempos, parece que incluso por delante de la expansión de la NBA a 32 franquicias.

Por otro, la imagen era brutalmente dura con la tercera parte, la ausente, la que Silver solo nombró de rebote y con eufemismos: la Euroliga. La gran competición del Viejo Continente, la versión moderna de la Copa de Europa, no estaba en esa foto del nuevo eje, en el que parece que FIBA acepta un rol subordinado. Este es, mientras no se demuestre lo contrario, un proyecto sobre todo de la NBA. La FIBA va de su mano y con eso, por ahora, le basta. Se sube al tren que parece a punto de perder la Euroliga. Un rival que, por desgracia, no ha dejado de ser también enemigo. Eso quedó muy claro también en el mediodía del jueves neoyorquino, la tarde europea.

Consumado un nuevo fracaso en la relación FIBA-Euroliga, con muchas negociaciones malgastadas entre bastidores, como andamios de esta escenificación a priori definitiva, queda para los aficionados la pena de que ambas entidades no hayan sido capaces, a lo largo de años, de limar diferencias, al menos en cosas muy básicas y con ellos, los que solo quieren ver buenos partidos, como único target. Seguramente el desembarco de la NBA, el signo de los tiempos, era inevitable. Pero el cuándo y el cómo podría haber sido distinto y podría haber sido con un baloncesto europeo unido y fuerte, con un proyecto sólido y ganas, por qué no, de analizar formas de potenciarlo a través de la alianza con una competición que, es obvio, está en otra dimensión. En lugar de eso, tenemos unas cuentas que parecen esencialmente la NBA, que las adaptará a la que le parezca la mejor forma de maximizar su inversión; Y, como mínimo, un panorama inestable a medio plazo. Incluso si acaba yendo bien, si se materializa definitivamente y funciona esta NBA en Europa que parece más bien, por ahora, un rebranding (en lo competitivo, no en lo estructural) de lo que ya conocemos, habrá que pasar por un tramo de, seguramente y salvo que se retomen las negociaciones antes de que sea demasiado tarde (si no lo es ya), una fea dualidad de competiciones que disgusta a los aficionados y deslegitima los títulos. ¿Alguien conoce a alguien que eche de menos aquel experimento de la temporada 2000-01, cuando coincidieron la primera Euroliga y la Suproliga? Pues eso.

un trance difícil para la gran competición

A nivel competitivo, la Euroliga sigue siendo, aunque su posición ha empezado a resquebrajarse, la joya de la corona en el baloncesto europeo. Pero, y a base de contradicciones, bandos y proyectos inacabados o cortoplacistas, no ha solidificado una fuerza que es, en realidad, la de los clubes. En el momento que se filtra que sus equipos con licencia, sus propietarios, flirtean con la nueva competición, su posición se debilita drásticamente. Ya sea un equipo menor pero estratégico como el ASVEL, presidido por un Tony Parker que siempre ha parecido manejar (tiene sentido) información privilegiada del otro lado del Atlántico; O bastiones como Real Madrid (al frente de los descontentos y encantado de airearlo por lo bajo desde hace tiempo), Barcelona, Fenerbahçe, Olympiacos…

Parece que la NBA acabó entendiendo que necesitaba a esos equipos, que no podía llegar y hacer tabula rasa, lienzo en blanco, en un ecosistema tan establecido y jerarquizado (emocionalmente: equipos, aficiones) como el del baloncesto europeo. Así que está perfilando un sistema híbrido que bebe de esa fuente y ayuda a la FIBA (ahora más abierta, parece, a las plazas fijas) en la deconstrucción del rival. El resto son las auditorías del grupo Rayne (¿3.000 millones al año de Europa y Oriente Medio? Habrá que ver cuáles son los planes reales con Oriente Medio, si esas son las cuentas), negociaciones con Qatar Sports Investments (los dueños del Paris Saint Germain), charlas con el Abu Dhabi United Group que controla el Manchester City… nuevas opciones que, por otra (y no menor) parte, permiten un juego que el actual convenio de la NBA limita: los fondos soberanos solo no pueden tener en su poder más del 20% de una franquicia. Se entiende por donde van los tiros, ¿verdad?

La Euroliga está controlada por la ECA (Euroleague Comercial Assets), con la Eurocup como segunda pata de todo el entramado Euroleague Basketball. Casi en paralelo a esta, la Basketball Champions Leaguedisputa su novena temporada como alternativa de FIBA con, también, un segundo torneo, en este caso el que se puede considerar claramente el cuarto, por nivel deportivo y relevancia: la FIBA Europe Cup. El resultado es un mosaico muchas veces difícil de seguir para el aficionado menos pegado a la actualidad del baloncesto: la Liga ACB, en las últimas temporadas y según los resultados de las fases previas, ha aspirado a tener en Europa hasta doce de los sus equipos. Eso, claro, ha creado unas congestiones de calendario sobre las que se han quejado, en algún momento y desde su punto de vista, básicamente todas las partes.

El conflicto derivado de los modelos y formatos y, sobre todo, de quién controla las competiciones y cómo, va ya por el cuarto de siglo. Una situación incómoda heredada de la quiebra que se produjo en 2000 con la vieja Copa de Europa: la FIBA convirtió la competición en la Suproliga para firmar un contrato televisivo con la empresa suiza ISL (en su momento muy vinculada a la Federación Internacional). Y los grandes clubes del continente, que sintieron que no se había contado con su opinión, decidieron crear su competición al margen de la FIBA. Entonces, todavía bajo el paraguas de la ULEB (Unión de Ligas Europeas), nació la Euroliga.

Se abrió un periodo de negociaciones que, la constante a partir de ahí, no fructificaron y durante un año se jugaron ambas competiciones en paralelo: Suproliga y Euroliga, que ya quedó sola a partir de 2001 como torneo de los principales clubes del continente. Desde entonces, FIBA y ECA han sido incapaces de ponerse de acuerdo para compartir y facilitar un marco mejor estructurado. Durante años, la concordia no parecía ni una opción remota. Con Jordi Bertomeu como director ejecutivo de la Euroliga (2000-2022) y el fallecido Patrick Baumann en el puesto de Secretario General de la FIBA, la tensión llegó a sus máximos y terminó adquiriendo una profundidad que llegaba a lo personal.

Así que ambas partes empezaron a moverse por su cuenta: la Euroliga creció, fue evolucionando en su formato y ampliando su calendario y radio de acción. La FIBA introdujo la Champions, un órdago que no acabó siendo a grande (aunque tanteó a clubes socios de la Euroliga) pero que sí ha generado una competición ya consolidada, y transformó también el calendario de los partidos de selecciones con la creación de las Ventanas de citas internacionales durante las temporadas, un agrio punto de conflicto que acabó en una situación nada deseable para selecciones, equipos y aficionados: partidos solapados (el Real Madrid llegó a jugar en Euroliga mientras lo hacía en paralelo España en partidos oficiales de clasificación) y convocatorias internacionales sin (tampoco acudían los NBA) los jugadores de los equipos de Euroliga, generalmente los principales de cada país.

Un deshielo que acabó en nada

En los últimos años se fue planteado un lento, progresivo y finalmente inútil deshielo. En el entorno Euroliga las cabezas visibles son Dejan Bodiroga como presidente y Paulius Motiejunas como CEO. En la FIBA; el secretario general es Andreas Zagklis con el español Jorge Garbajosa como presidente de la rama continental, FIBA Europa. Regresó el diálogo y comenzó lo que parecían pasos hacia una dirección, como mínimo, consensuada. El calendario, todavía muy sobrecargado, se adaptó la pasada temporada para evitar la colisión entre Euroliga y Selecciones. Así, en una de las Ventanas no se solaparon partidos y los jugadores de la principal competición pudieron volver a jugar duelos de clasificación con sus selecciones. Los contactos continuaron con ese punto de apoyo, pero no hubo más avances en temas que se pusieron públicamente sobre la mesa como la unificación de Eurocup y Champions en una gran segunda competición continental que aunara a Euroliga y FIBA y creara así nuevas sinergias entre los dos modelos y la forma de acceder a ellos. Las conversaciones volvieron a encallar y la aparición de la NBA acabó siendo más problema que solución. FIBA tendió el brazo, pero la Euroliga no lo hizo.

La Euroliga tenía derecho a pensar que las condiciones no eran óptimas para sus intereses y que tenía la sartén por el mango porque suyos eran, o han sido hasta ahora, los grandes clubes, aquellos sin lo que es muy difícil imaginar una competición de primer nivel (mediático, deportivo, social) en Europa. Esa posición de fuerza pareció respaldada de forma casi definitiva, hoy el prisma es diferente, cuando los trece clubes propietarios de la Euroliga aceptaron que la próxima Final Four de la competición (23 y 25 de mayo) se celebre en Abu Dabi, uno de los siete Emiratos Árabes, a orillas del Golfo Pérsico.

Una primera experiencia fuera de Europa para evaluar futuros proyectos en Oriente Medio, incluido el de la participación de un club de Dubái. La cuestión económica explica la decisión, porque Abu Dabi podría pagar cerca de 75 millones de euros por organizar tres ediciones del mayor acontecimiento del baloncesto de clubes fuera de la NBA. De momento, se estrenará en 2025 y se pensaba en repetir en las siguientes dos ediciones si el evento funciona. Ahora… como pasa con todo, ya veremos.

Los clubes tuvieron dudas. De hecho, la decisión en la junta de la ECA (los activos comerciales de la Euroliga) se resolvió por una votación de 11 a 2. A favor, Panathinaikos, Barcelona, Baskonia, Fenerbahçe, Efes, Armani Milán, Bayern, Asvel Villeurbanne, Zalgiris, Maccabi y CSKA (vota porque es accionista pese a que no juegue). En contra, el Madrid y el Olympiacos, que recelaban sobre cómo afectará a un evento donde los aficionados son muy importantes en el éxito de la cita. De ahí que se estudiara desde un primer momento la forma para que, al menos, un grupo de los seguidores más fieles de los cuatro equipos que se clasifiquen puedan viajar en buenas condiciones económicas a Abu Dabi.

Aunque el deporte mundial se ha abierto a los Emiratos y a Qatar, incluso la propia NBA ha jugado allí partidos de preparación, en un guiño claro a un mercado que le interesa, la decisión de la Euroliga ha sido controvertida y no son pocos los aficionados que mostraron su descontento. Para el futuro de la competición, sin embargo, parecía haber algo mucho más significativo: la renovación de la alianza con IMG. La vinculación de la Euroliga con el gigante del marketing deportivo (empresa estadounidense de deportes, eventos y medios). Una unión que acababa en 2026 y se ha prolongado otros diez años, hasta 2036. Movimiento en principio capital, sobre todo porque se produjo en pleno runrún sobre un posible desembarco de la NBA en Europa.

El nuevo pacto con IMG tenía que ser un impulso clave para la Euroliga, que así contaba con extender, al menos por otros diez años, las licencias de los citados 13 clubes propietarios. Un gran espaldarazo para la competición, que se blindaría, junto a los grandes clubes de Europa, para esta década y parte de la siguiente. Y un asunto muy importante, por ejemplo, también a la hora de negociar nuevos contratos con patrocinadores. El problema es que no todos los clubes han firmado esa continuidad por diez años más. Y eso, que llegó a parecer un mero formalismo hace solo unos meses, puede ser ahora la perdición para la Euroliga: los que no han aceptado nada por escrito serán, ahora mismo, libres en 2026, estarán en el mercado de las competiciones como los jugadores sin contrato salen al de fichajes. Y es precisamente ese verano, el de 2026, el que NBA y FIBA sitúan como el del inicio (temporada 2026-27, prácticamente ya) de su nuevo proyecto. Si se confirmaran saltos al otro lado de nombres del peso específico de Real Madrid, Barcelona, Olympiacos y Fenerbahçe (todos en el centro de los rumores), las cosas se pondrían feas para la Euroliga y los equilibrios de poder se volverían a barajar en un tramo, veremos si a corto o medio plazo, en el que no parece que el aficionado vaya a salir muy beneficiado.

La Euroliga recibiría un golpe básicamente letal en un momento en el que estaba planteando la ampliación a 20 equipos y cuando va a estrenar un revolucionario sistema de Fair Play financiero; Un límite salarial, diferente al de la NBA, que pretende lograr un modelo de equilibrio competitivo. En caso de producirse ese salto a 20 participantes, se quería mantener el actual formato con cuatro jornadas más de fase regular. Eso remueve los viejos problemas no resueltos, los que han regresado finalmente para morder unos cuantos pies por debajo de la mesa: no habría espacio para las Ventanas de selecciones con la negociación con FIBA por unas posturas eternamente antagónicas. Para la Federación Internacional las Ventanas de selecciones no se discuten y tampoco se llegó a plantear el regreso de los grandes torneos al principio del verano, como antiguamente, en vez de al final, como ahora, con el problema de que equipos con más internacionales no puedan realizar una pretemporada en condiciones.

Un baloncesto europeo partido en dos

Así que no es nada descabellado, ahora mismo, un escenario de dos competiciones europeas de voluntad predominante en el inicio de la temporada 2026-27. La NBA aseguró que todavía no hay ningún compromiso firmado con nadie, la Euroliga espera y los equipos escuchan y calculan, sobre todo los que tienen licencia de propietarios en Euroliga pero no firmaron el acuerdo para extenderla. Por si alguien quiere recordarlo, aunque no es el momento más feliz ni brillante del baloncesto continental, en 2000 se separaron la Suproliga, competición de la FIBA, y la Euroliga, creada por la ULEB a partir de un grupo de catorce grupos poderosos englobaos en el llamado G14. Borislav Stankovic, secretario general de la FIBA, no aceptó ni sentarse a discutir las propuestas de estos con Eduardo Portela, presidente de la ULEB. Y así se llegó a lo impensable…

Entre amenazas de la FIBA, que asustó a los jugadores con un posible veto en sus competiciones internacionales, la Euroliga nació bajo el abrigo de Telefónica y con un contrato televisivo de 35 millones de dólares por cinco temporadas. Cantidades a las que ni se acercaban la FIBA e ISL, y que convencieron a clubes como Real Madrid, Barcelona, Baskonia, Olympiacos, Kinder Bolonia, Zalgiris, Cibona, Benetton de Treviso… mientras, en la Suproliga se quedaron Maccabi, Efes, Partizán, CSKA, Panathinaikos, ASVEL, Alba Berlín, Ulker…

La fractura se cerró después de esa temporada por la quiebra de ISL. La Euroliga asumió una situación de fuerza en las negociaciones, ya inevitables, con FIBA, y se convirtió en la organizadora de la gran competición del baloncesto europeo después de negociar también la fusión con Panathinaikos, CSKA, Maccabi y compañía. Aquella única Suproliga la ganó el Maccabi, que se impuso al Panathinaikos en una Final Four de París en la que también estuvieron Efes y CSKA. La competición se estructuró con veinte equipos en dos grupos de diez y, después de la correspondiente liguilla, unos cruces de octavos (con dieciséis equipos, por lo tanto) y cuartos (las dos rondas al mejor de tres partidos) para decidir las plazas de Final Four.

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La Euroliga, por su parte, se jugó con 24 equipos de catorce países. Con una primera fase de liguilla estructurada en cuatro grupos de seis equipos y dieciséis, cuatro por grupo, en octavos de final. Esa ronda y la de cuartos se jugaron al mejor de tres. Y, la gran diferencia, se mantuvo ese formato para las semifinales con la final también en playoff, pero al mejor de cinco. Una Kinder Bolonia histórica, liderada por Manu Ginóbili (MVP de la final) ganó en el quinto partido al Baskonia (entonces Tau). El primer partido de la nueva competición, el primero en realidad de la Euroliga moderna, lo jugaron en el Raimundo Saporta de Madrid, el 16 de octubre de 2000, Real Madrid y Olympiacos. Curiosamente, ahora dos de los que están enfrentados a la Euroliga y de los que parecen dispuestos a dar el salto a la nueva competición de NBA y FIBA. La representación española fue de cuatro equipos: Madrid (no pasó de cuartos, frenado por el Paf Bolonia), Barcelona (derrotado en octavos por la Benetton), Tau (finalista) y Estudiantes (cayó en octavos contra la Kinder).

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