La náusea y la arcada. El asco y la incomodidad. Lo repugnante y lo desagradable. El principio de La furia es todo eso y más. Y lo es porque debe serlo. Hay mucha entraña y víscera. En ambos sentidos: en el literal y el figurado. Porque, si lo que se cuenta son las consecuencias de una violación, el relato no debe ser agradable. Lo nuevo de Gemma Blasco es un drama brutal tremendamente valiente en molestar. La furia es la película que deberías ver.
Blasco dirige y coescribe su segundo largometraje después de El zoo (2018). Alexandra es la protagonista de La furia, una joven actriz que es violada en una fiesta de Año Nuevo. No sabe quién es su agresor y no cuenta a nadie lo ocurrido. Solo tiene un confidente: su hermano Adrián, quien no posee las herramientas para tratar una situación como esa. Alexandra, mientras sufre las consecuencias de la agresión, se prepara para interpretar a Medea en el teatro.
La furia es inteligente en su narrativa y estructura, caminando a ratos entre pasado y presente, convirtiendo la violación en punto de división entre «el antes de» y «el después de». También es un filme tremendamente rico en metáforas. Blasco se apoya en la caza, en desollar a un animal y en sacarle las entrañas para acentuar el cambio de Alexandra con ella misma, pero también con su familia, con su círculo de seguridad y su trabajo. Medea, la mujer de la mitología griega que se vengó de su marido matando a sus hijos, es otro símbolo; uno con el que la protagonista canaliza toda la ira y la furia que le arrasa por dentro.
Ira para arrancar entrañas

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Alexandra es la protagonista absoluta de La furia: la película se centra en ella y solo en ella, siendo su hermano, sus amigos, su familia y su entorno laboral, satélites que orbitan a su alrededor. La película la observa a ella y la identidad y figura de su violador solo asoma en la recta final. La agresión ocurre de espaldas y a oscuras de Alexandra. Blasco eleva con esa decisión, la de que el espectador solo escuche y se vea obligado a completar la violación en su cabeza, el horror y la violencia del momento.
Una increíble Ángela Cervantes lidera La furia con firmeza y verdad. La actriz está muy bien acompañada por un gran Àlex Monner, que da vida a su hermano. A través de su figura masculina, Blasco aprovecha para mostrar los mandatos de género. Hay que destacar también el papel de Ana Torrent que, pese a sus breves apariciones, se convierte en una suerte de mentora teatral, de oasis y conductora para Alexandra.
Hay una transformación en La furia. En Alexandra y en el espectador. Cómo no hacerlo si no podemos hacer otra cosa que ir de la mano de la protagonista. Si ella sufre, tú también. Si ella ríe, tú también. La primera vez que Alexandra se acerca a un jabalí desollado, vomita. La segunda, es ella la que dispara la escopeta. Es ella la que mata al animal. Es ella la que entierra las manos en sus vísceras. Es ella la que le extirpa el corazón y los pulmones. La ira también ayuda a arrancar las entrañas.