Deportes
De la gloria al cierre permanente
En el fútbol, en muchas ocasiones, lo complicado no es alcanzar la cima, sino mantenerse en ella. La gloria es efímera pero, conseguir la estabilidad suficiente como para tenerla siempre a tiro de piedra, es una empresa verdaderamente difícil de implementar. Es algo multifactorial. No el tener, sino tan sólo el ser, es un concepto que depende de muchas circunstancias. Y también es francamente frágil.
Cinco clubes de tres continentes nos muestran que, del éxito a la ruina, hay una línea francamente delgada. Cinco grandes que ya forman parte del pasado.
En el fútbol, en muchas ocasiones, lo complicado no es alcanzar la cima, sino mantenerse en ella. La gloria es efímera pero, conseguir la estabilidad suficiente como para tenerla siempre a tiro de piedra, es una empresa verdaderamente difícil de implementar. Es algo multifactorial. No el tener, sino tan sólo el ser, es un concepto que depende de muchas circunstancias. Y también es francamente frágil.
Una ambición mal entendida o desmedida, una mala gestión, corruptelas o, simple y llanamente, mala suerte, pueden ser detonantes para que un equipo pase de celebrar un título a acabar colgando el cartel de cerrado permanentemente. Los ejemplos son muchos pero, a continuación, repasamos los relatos de cinco clubes que brillaron en algún momento pero que, ahora, tan sólo forman parte de nuestra memoria.
New York Cosmos
Nueva York y fútbol son dos conceptos que, cuando aparecen de la mano, evocan de forma irremediablemente al Cosmos. Al menos, para los nostálgicos. En 1971 nació en la Gran Manzana un equipo que, pese a sus éxitos sobre el verde, se vio abocado al olvido debido a la escasa devoción por el balompié en Estados Unidos. Una estrella fugaz que fue gestionada durante un buen puñado de años por Steve Ross, presidente de Warner Communications y alguien que puede presumir de haber tenido en sus filas a uno de los mejores jugadores de todos los tiempos: Pelé.
‘O Rei’, que de forma oficiosa pero no oficial había colgado las botas, puso rumbo a Nueva York en 1975 para ponerle remedio a su maltrecha economía. Se lo permitió un suculento contrato que fue posible gracias a que en la NASL (North American Soccer League) no había límite salarial tal y como sí existía en la MLS. El astro brasileño, junto a otras estrellas que llegaron al club como Beckenbauer, Carlos Alberto o Chinaglia, llegó a juntar a más de 50.000 personas en el Giant Stadium de Nueva Jersey. Toda una hazaña en un país en el que, como se ha señalado con anterioridad, el fútbol es un deporte que no goza de tanta popularidad como el baloncesto, el fútbol americano o el béisbol.

Y esa fue la clave de la muerte del Cosmos: el poco interés general por este deporte en Norteamérica. Su corta vida fue exitosa (ganó cuatro ligas) pero aun así, en 1983, Warner decidió empezar a deshacerse de negocios poco rentables. Entre ellos, el New York Cosmos. En 1984 desapareció la NASL y un año más tarde, después de un intento fallido en el torneo de fútbol indoor, la entidad neoyorquina bajó la persiana.
Volvió a la carga en 2010 después de que Paul Kemsley, exvicepresidente del Tottenham, se hiciera con sus derechos. En 2013 regresó a la refundada NASL y, en 2014, dio un puñetazo sobre la mesa fichando a Raúl. El delantero español se retiró allí y el club, a pesar de un nuevo intento de reverdecer laureles, volvió a caer al abismo en 2021. La pandemia supuso un revés definitivo para el Cosmos y, aunque de facto no ha desaparecido, no compite desde ese año. Ahora, cuando pensamos en Nueva York y fútbol, lo hacemos en sus dos actuales equipos en la MLS: el New York Red Bulls (perteneciente a la empresa de bebidas energéticas) y el New York City (parte del conglomerado del City Group).
Parma
En los 90, todo amante del fútbol que se preciase siempre tenía un ojo en Italia. Y es que el Calcio era, por aquel entonces, la liga más potente de Europa y el destino predilecto de los mejores futbolistas del momento. Baggio, Batistuta, Weah, Van Basten, Gullit y, cómo no, Maradona, fueron algunos de los buques insignia del Scudetto. Y en esa galaxia de estrellas, el Parma se erigió como uno de los gigantes del país transalpino.
Fundado en 1931, el equipo de la Emilia-Romaña disfrutó de su época dorada en la década de los 90. Por sus filas han pasado peloteros de la talla de Hernán Crespo, Zola, Di Vaio, Cannavaro o Buffon y, en pleno apogeo del fútbol italiano, se alzó con tres tres Copas de Italia, otras tantas Copas de la UEFA y una Recopa de Europa. Todo iba sobre ruedas hasta la llegada del nuevo milenio, momento en el que el club cayó en depresión.

En 2007, el Parma descendió a la Serie B, una categoría que llevaba 27 años sin pisar. Y aunque ascendió al año siguiente, nada volvió a ser lo mismo. Su economía y su estatus continuaron deteriorándose hasta que, en 2015, se declaró en quiebra y, en consecuencia, no le quedó otra opción que su desaparición.
Ese mismo año, el 28 de junio, nacía el Parma Calcio 1913, la refundación del club que, en tiempo récord, regresó a la aristocracia del fútbol italiano. Comenzó en la temporada 2015/16 compitiendo en la Serie D (la cuarta división) y, en la campaña 2017/18, celebró su vuelta a la Serie A. Descendió un año más tarde y, en 2023, retornó a la máxima categoría, escalón en el que compite en la actualidad.
Guangzhou Football Club
De torneo propicio para un retiro dorado a una liga en franca decadencia. De fichajes multimillonarios a clubes obligados a echar el cierre por problemas económicos. Ese es el triste camino por el que ha atravesado el fútbol en China durante el último lustro. Un ocaso que se ha llevado por delante a más de 30 equipos profesionales. Entre ellos, también al más popular de todos: el Guangzhou.
Creado en 1954, el club cantonés se había desenvuelto siempre en el fútbol semiprofesional hasta 2007, cuando ascendió a la máxima categoría. Sin embargo, fue descendido tres años más tarde al verse implicado en un escándalo de amaños de partidos. Y fue ese incidente el detonante de la llegada de Evergrande, la mayor constructora china, a su propiedad. Incentivada por el gobierno de Xi Jinping, comenzó a invertir capital en el club hasta convertirlo en el más poderoso del país.

Y entonces, llegaron los fichajes galácticos. Paulinho, Alan, Talisca, Jackson Martínez… a golpe de talonario, ofreciendo unos salarios inalcanzables para muchas de las potencias del fútbol europeo, el Guangzhou acrecentó su estatus en China y en Asia a pasos agigantados. Tanto es así que, hasta la fecha, es el único equipo chino que ha ganado la Champions de Asia en dos ocasiones.
Pero todo se fue al traste. La falta de interés general en el gigante asiático por este deporte fue frenando poco a poco a los inversores y la crisis económica por la pandemia (la cual azotó con dureza a las grandes constructoras, como es el caso de Evergrande) supuso el golpe de gracia. El dinero se acabó, las estrellas se marcharon y la burbuja china se fue al traste. Y con ella, el Guangzhou, que terminó disolviéndose en enero de 2025.
Dnipro
De jugar una final europea a desaparecer en tan sólo cuatro años. Esa caída a un ritmo tan vertiginoso la firmó el Dnipro, un club que, a buen seguro, le traerá muy gratos recuerdos a cualquier aficionado del Sevilla. Fundado en 1918, un año después de la Revolución Bolchevique, fue uno de los clubes punteros de la Unión Soviética y bajó la persiana muy poco después de estar a punto de saborear las mieles del éxito continental. Las estrecheces económicas, la corrupción de sus dirigentes y el conflicto entre Ucrania y Rusia fueron fatales para su vano intento de supervivencia.
Denominado así por el río Dnieper y con origen en la ciudad de Dnipropetrovsk (aunque jugó durante más de 25 años en Kiev para esconder la fábrica de material bélico que la URSS tenía en esa localización), había pasado durante toda su existencia sin pena ni gloria por el fútbol ucraniano. Hasta que llegó a su banquillo Valeri Lobanovski, uno de los mejores entrenadores soviéticos de siempre y el descubridor de Shevchenko. Con Lobanovski, el Dnipro firmó una década de los 80 de ensueño: ganó dos ligas, una copa, una supercopa y dos copas de las Federaciones Soviéticas.

Todo iba sobre ruedas hasta que terminó la Guerra Fría. El Dnipro, un club fuertemente vinculado a las empresas armamentísticas estatales, perdió fuelle con la caída del comunismo para beneficio del Shakhtar Donetsk y del Dinamo de Kiev, dos clubes que impusieron un duopolio incontestable en Ucrania… hasta que llegó Juande Ramos. El técnico español estuvo, en 2014, a punto de llevarse la liga. Un año más tarde, con Myron Markevych en el cargo, el equipo alcanzó la final de la Europa League. El Sevilla, rey de la competición, le privó de llevarse su primer y único entorchado europeo a sus vitrinas.
Tras la decepción contra los hispalenses, llegó la debacle del Dnipro. Sus estrellas se marcharon (Konoplyanka, Kalinic, Zozulia…), acusando algunos de ellos problemas de impagos. Estas irregularidades económicas, precisamente, fueron las causantes de que la FIFA descendiera el club a tercera división ucraniana, un revés definitivo que desembocó en su desaparición en el año 2019. El Dnipro-1, un club homónimo fundado en una intentona de volver a crecer sin deudas, jamás tuvo el arraigo del Dnipro original y también acabó disolviéndose en 2024. La ausencia de éxitos y el frenazo que supuso para la liga ucraniana el conflicto bélico con Rusia resultaron fatales.
Anzhi
Majachkalá, una ciudad rusa de unos 600.000 habitantes a orillas del Mar Caspio, vio nacer al Anzhi en 1991. El club tardó ocho años en ascender a la máxima categoría desde su fundación, pero no echó raíces en la élite y volvió a descender en 2002. Y no regresó a la Premier rusa hasta el año 2011, el año en el que su corta historia cambiaría para siempre debido a la llegada a su propiedad de Suleiman Kerimov.
Este oligarca, apodado como el ‘Gatsby ruso’, llegó al Anzhi decidido a hacer un equipo campeón. Invirtió cantidades ingentes de dinero en fichajes que de relumbrón como el de Roberto Carlos, el de Samuel Eto’o (el camerunés se convirtió en el futbolista mejor pagado del planeta, 20 ‘kilos’ al año) o el de Lass Diarra. Se propuso edificar un ‘All Star’ a orillas del Caspio y llegó a jugar la Europa League en 2013, competición en la que alcanzó los octavos de final.

Su éxito, eso sí, fue efímero. Ese mismo 2013, Kerimov comenzó a temer una sanción por el incumplimiento del fair play financiero y decidió empezar a vender a sus estrellas. El proyecto se fue deteriorando, el magnate comprendió que su plan había fracasado y, en 2016, vendió el club.
La economía del Anzhi iba cuesta abajo y sin frenos y, con él, el nivel del equipo. Los problemas financieros comenzaron a ser irreversibles y en 2022, habiendo caído ya hasta la tercera división rusa, llegó la crónica de una muerte anunciada. El club de Majachkalá perdió la licencia para competir en el fútbol profesional y, ese mismo año, se terminó confirmando su desaparición. De jugar un partido en Anfield a acabar echando el cierre. Todo ello, en menos de una década.
¡Tus opiniones importan! Comenta en los artículos y suscríbete gratis a nuestra newsletter y a las alertas informativas en la App o el canal de WhatsApp. ¿Buscas licenciar contenido? Haz clic aquí