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Jubilados en Argentina: historia de un reclamo siempre vigente y el recuerdo de Maradona

Corrían los años 90 y el neoliberalismo en Argentina estaba en pleno fulgor. De la mano del presidente Carlos Menem, las políticas de ajuste, privatizaciones, apertura de las importaciones y achicamiento del Estado contaban con el respaldo de buena parte de la sociedad, luego de haber padecido una hiperinflación.
El programa económico, sostenido por un ficticio esquema cambiario en el que un peso valía lo mismo que un dólar, dejaba unos pocos ganadores y un tendal de perdedores. La transferencia de recursos causó estragos en las capas bajas y medias de la sociedad. Y la industria local recibió un golpe de nocaut por el ingreso sin control de mercaderías extranjeras, con el consecuente aumento del desempleo.
Entre los sectores que más sufrieron el ajuste, estaban, tal como ocurre ahora, 35 años después, los jubilados. El 14 de marzo de 1990 se produjo la primera movilización de pensionados en la Plaza de Mayo de Buenos Aires. Era un pequeño grupo que había comenzado a reunirse en la Plaza Lavalle, frente a los tribunales porteños. El reclamo era el mismo: un aumento de haberes. En ese entonces, el cántico era simplemente un número que se repetía en la voz de los adultos mayores: «cuatro cincuenta». Es decir, 450 pesos (o dólares), el haber mínimo que se pedía para los jubilados.
Las primeras protestas no tenían mayor impacto en el Gobierno ni en los medios. En la movilización inicial, una pequeña delegación había sido recibida en la Casa Rosada por el secretario general de la presidencia, Alberto Kohan, pero no tuvo respuestas satisfactorias.
La resistencia de Norma Plá
Sin embargo, la insistencia del grupo de jubilados comenzó a dar visibilidad a la causa. Cada miércoles, se concentraban en el Congreso y se enfrentaban con la Policía. Para 1991, ya había una líder reconocible en el movimiento: Norma Plá, hoy símbolo de una lucha que siempre vuelve a recobrar vigencia.
Norma Beatriz Guimil de Plá, tal es su nombre completo, tenía 58 años cuando decidió poner el cuerpo en la primera línea de las manifestaciones. Tomaba un megáfono, gritaba y arengaba al resto de los ancianos en lucha. Sabía, o más bien creía, que la movilización pacífica no haría mella en un Gobierno como el de Menem, más preocupado por mantener las «relaciones carnales» con EE.UU., mostrarse con famosos y practicar deportes.
Norma Plá fue detenida decenas de veces, enfrentó causas judiciales, recibió palazos de la policía y fue estigmatizada por los medios, en su mayoría oficialistas, que la describían como una ‘vieja loca’. La mujer no se amedrentó, enfrentó al poder de la época, hizo huelgas de hambre, ollas populares y lanzó una forma de protesta inédita que atrajo la atención de la prensa: las ‘choriceadas’, que constaban ni más ni menos que en montar una parrilla en plena calle, frente al Congreso, y hacer choripanes para los manifestantes.
El 5 de junio de 1991, Norma Plá, junto a otros jubilados, decidieron ingresar al Congreso de la Nación, donde el entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo, rendía cuentas de su gestión ante una comisión parlamentaria. Gracias a su perseverancia, Plá logró que Cavallo la recibiera en una sala del Parlamento, frente a las cámaras de televisión. Allí quedó registrado un momento único en la historia argentina. Cavallo lloró, al recordar que él también tenía padres jubilados que padecían por la escasa remuneración.
Norma Plá demostró que, más allá de la bronca, era más humana y sensible que cualquier político: «No llore señor ministro, no llore. Tenga fuerza para defender a su padre. Por sus venas corre la misma sangre que me corre a mí», le dijo al economista que años más tarde sería responsable de la gran crisis de 2001, en el Gobierno de Fernando De la Rúa.
«Si no tiene que pagar la deuda externa, no lo haga, pero páguele a los jubilados —insistió—. Piense en su patria. Si lo presionan de afuera salga al balcón y dígalo, que el pueblo lo va a ayudar».
Otro episodio recordado de la líder de los ancianos en lucha ocurrió en 1992, durante la visita a Argentina del último presidente de la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov. En su paso por Buenos Aires, el líder ruso, ya alejado del poder, brindó una charla gratuita en el teatro Gran Rex, ante 1.500 personas. Mientras hablaba, se oyó un grito entre la multitud: «¡Vivan los jubilados!».
Era Norma Plá, quien interrumpió a Gorbachov para comentarle lo que estaban sufriendo los adultos mayores por el atraso de sus ingresos. «Acérquese», le dijola referente de la tercera edad al exjefe de Estado. Y le entregó un panfleto en mano. «Esto es lo que está pasando con los jubilados en Argentina. Hay que denunciarlo en el mundo».
El 2 de marzo de 1994 se realizó la marcha número 100 de los jubilados, con un notable incremento del caudal de manifestantes y contó con el respaldo de organizaciones políticas, gremiales y estudiantiles. Ese día hubo una fuerte represión de la Policía Federal, que terminó con heridos y detenidos.
«Nosotros no vamos al Congreso por deporte, o porque nos gusta ir a tirar las vallas o a pegarle a un vigilante. Yo salí a luchar cuando tuve hambre. Usted, cuando tenga hambre, va a salir a luchar también», le dijo en la cara Norma Plá a Gerardo Sofóvich, un prestigioso conductor y productor de televisión, íntimo amigo de Menem y defensor a ultranza del gobierno.
Era abril del 94 y, con la convertibilidad ya consolidada, Sofovich le recrimina a Plá los métodos violentos de la protesta, y le dice que los jubilados podían pasar sus ingresos a dólares. Ella le responde que la gente no puede especular con la moneda extranjera porque tiene hambre.
Norma Plá encabezó la última protesta de su vida en enero de 1996, a los 63 años de edad. Falleció el 18 de junio por un cáncer de mama, en su casa de Temperley, provincia de Buenos Aires. Antes de morir, pidió que sus cenizas fueran esparcidas en la Plaza Lavalle, donde se inició el movimiento de jubilados.
Hoy, la figura de Plá es recordada en canciones de rock, como el himno de protesta ‘Señor Cobranza’, de las Manos de Filippi y reversionado por Bersuit Vergarabat, en remeras y en cada manifestación del feminismo y de los jubilados.


El fútbol también aporta y se suma al reclamo actual de los jubilados, que, como en los 90, le exigen al Gobierno de Javier Milei un aumento de sus ingresos. La semana pasada, los hinchas de equipos de primera y segunda división se unieron en defensa de los ancianos ante los reiterados hechos de represión que enfrentan cada miércoles.
En ese ámbito donde la pasión se desborda y se transforma en solidaridad, reaparece la figura del máximo ídolo futbolístico de los argentinos: Diego Armando Maradona. ‘El Diego’, a diferencia de otra estrella indiscutible como Lionel Messi, siempre se vio atravesado por la política y por el padecimiento de los sectores marginados de la sociedad, en su país, y en el mundo.
«Yo defiendo a los jubilados. ¿Cómo no los voy a defender? si nosotros tenemos que ser muy cagones para no defender a los jubilados. A muerte estoy con los jubilados, porque lo que les están haciendo es una vergüenza», dijo a la prensa en 1992, en una frase que hoy los fanáticos llevan como bandera.