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Mientras la población de Japón se hunde irremediablemente, Tokio crece. Hay una explicación: ikkyoku shūchū

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Buena parte del mundo tiene un problema a corto y medio plazo, un problema llamado demografía. La tasa de fertilidad de diversos países es paupérrima y la natalidad ha caído en picado en muchos de ellos. Los países asiáticos como Corea del Sur, China o Taiwán sufren este problema, pero no podemos hablar de invierno demográfico sin mencionar Japón.

Mientras el país lucha por conseguir la tasa que garantice el relevo generacional, se las está viendo y deseando para que las empresas tengan mano de obra. Gigantes como McDonald’s han cambiado sus políticas de contratación, están poniendo a trabajar a robots y, debido a la falta de niños, hasta las empresas de pañales han empezado a mirar al sector de los pañales para adultos.

Y, mientras lidian con ese problema, otro lleva años golpeando la puerta: la excesiva centralización del archipiélago en una ciudad: Tokio. Y esta excesiva centralización tiene un nombre: ikkyoku shūchū.

Japón se desmonta

Ikkyoku shūchū es un término japonés que se refiere a la centralización del país. Esto implica que hay una concentración excesiva en un punto muy concreto que no se da sólo porque nazcan más bebés en dicho punto o reciba más inmigración, sino porque otras áreas del país se vacían porque se mudan a la ciudad que aglutina… todo.

En el caso japonés, esa ciudad es Tokio, la gran urbe que, durante décadas, ha acumulado industria, funciones administrativas, políticas, turismo y, evidentemente, población. Como apuntan en The Japan Times, mientras el resto del país menguaba, Tokio crecía. Esto ha provocado un desequilibrio demográfico enorme debido a que, evidentemente, la zona a su alrededor perdía población, pero también otras localidades por todo el país.

Y las implicaciones de esto son enormes. Para empezar, se crea una disparidad económica porque todo se concentra en la gran ciudad, por lo que la brecha en las actividades económicas cada vez es mayor entre la capital y el resto del país. Para el ciudadano, esto se traduce en dinero y tiempo, ya que todo es más caro, los servicios de transporte y servicios públicos están más saturados y el teletrabajo no siempre es posible.

Ichinono, un pueblo con más muñecos que vecinos

También es un problema para el resto de la región, puesto que esos municipios que se van quedando sin población no pueden mantener servicios esenciales y tampoco atraer gente joven que quiera quedarse a trabajar. De hecho, lo que hemos visto es que la forma de atraer parejas a ese “Japón vaciado” es mediante incentivos para que formen una familia y tengan hijos.

Hay otros casos de éxito, pero también relacionados con todo el mundillo de fomentar la creación de la familia.

Planes contra el ikkyoku shūchū

Este fenómeno es triste, ya que va acabando con los pueblos más pequeños y, precisamente, en Japón vimos un ejemplo de un pueblo en el que hay más muñecos que personas. Debido a la falta de servicios, hay localidades que se han puesto manos a la obra. Un ejemplo es Ina, que implementó un servicio de telemedicina que emplea drones para facilitar medicamentos a ancianos.

Otro es Kamiyama, una localidad que perdió el 70% de su población y está logrando atraer empresas gracias al desarrollo de Internet de alta velocidad. Desde el Gobierno también se han puesto a identificar las necesidades para mitigar el fenómeno del ikkyoku shūchū y fomentar la descentralización. En enero de este año, el país presentó un plan de acción que buscará fomentar el crecimiento económico y social mediante la redistribución de funciones gubernamentales por todo el país.

Además, está la llamada ‘Reforma Regional 2.0’ que busca promover una economía más fuerte de las diferentes regiones y reducir la excesiva concentración poblacional de la capital. El fin es, según el Primer Ministro Shigeru Ishiba, ayudar a que todas las personas alcancen la felicidad. Y se trata de una continuación del Acta Regional de Revitalización de 2016 que busca incentivar la implantación de industria y servicios lejos de Tokio para atraer población a esos otros núcleos.

Es un objetivo bonito para un futuro que no pinta demasiado bien si las cosas siguen como hasta ahora. La estimación es que, de los 124 millones de japoneses de 2023, en 2100 serán 63 millones y, además, muy envejecidos, haciendo que todo el sistema de seguridad social sea impracticable.

Imagen | Timo Volz

En Xataka | Los demógrafos llevan siglos preguntándose cuándo dejará de crecer la población humana. Ya tiene respuesta: 2080


La noticia

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por
Alejandro Alcolea

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