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Hoy 14 de febrero

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Un día como hoy, día de San Valentín, 14 de febrero, el denominado día del Amor y de la Amistad, el mundo se llena corazones, de eventos para compartir, de gestos efusivos, regalos y palabras dulces que buscan celebrar estos vínculos. Pero, detrás de esta manifestación que pareciera meramente comercial, vanal, surge una interrogante esencial: ¿cuántas de estas relaciones son verdaderamente sinceras?, ¿cuánto amor y amistad realmente tenemos en nuestras vidas?, ¿quién nos ama a pesar de todo, a pesar de nosotros mismos?

A lo largo de la vida, aprendemos que la amistad genuina es un bien totalmente escaso, que el amor del alma puede que nos llegue y no sepamos identificarlo o valorarlo, porque Dios nos lo manda en personas o lugares que ya no esperamos. No todos los que nos rodean se quedan cuando no hay favores o beneficios de por medio, o poses para la foto para la sociedad. En tiempos de adversidad, se revelan los verdaderos rostros de quienes parecían incondicionales, sólo que antes no nos damos cuenta lamentablemente.

Es común confiar en alguien y luego descubrir que su cercanía estaba motivada por conveniencia, por un intercambio de momento. Hay quienes permanecen solo en la prosperidad y desaparecen cuando llegan las dificultades. También están aquellos que, con una falsa lealtad, esperan el momento oportuno para aprovecharse de ti. Es en esos momentos cuando distinguimos a las personas auténticas de las oportunistas.

En la esfera humana, hallar una amistad que refleje ese nivel de autenticidad es casi un milagro. Son pocas las personas que permanecen a nuestro lado sin pedir nada a cambio, que están en los momentos oscuros tanto como en los días de luz. La verdadera amistad no se demuestra en fechas señaladas como hoy, sino en el día a día, en los pequeños detalles y en la capacidad de estar sin condiciones. En esa capacidad de estar cuando de verdad te necesiten, no para las fiestas, para las bebederas y salideras, no para los momentos de foto, no para la sociedad, sino para apoyarte cuando tal vez a nadie le dices lo que sucede en tu vida. Más para las malas que para las buenas. En la enfermedad, en la pobreza, no sólo en la salud o en la riqueza. Así, como los votos matrimoniales.

El amor genuino sigue el mismo principio. No es solo atracción ni palabras bonitas, sino esfuerzo, compromiso y apoyo mutuo. Es una conexión que trasciende lo pasajero y se fortalece cada día, resistiendo pruebas y desafíos, resistiéndonos a nosotros mismos. En una relación de pareja, el amor no solo se mide en los momentos felices, sino en la capacidad de superar juntos los obstáculos, en el respeto mutuo y en la disposición de crecer en conjunto. Una relación sólida no se basa en la necesidad de recibir, sino en la voluntad de dar sin condiciones, de cuidar y acompañar en el trayecto de la vida, pase lo que pase. Yo creo en esa clase de amor.

El amor verdadero se expresa en gestos cotidianos: en la paciencia de una conversación sincera, en la complicidad de una mirada, en la compañía en los días difíciles y en la capacidad de encontrar alegría en lo simple, en tomar juntos un café, en un abrazo en silencio, en compartir cualquier rutina en la casa, en una mirada y en una palabra desde el alma, el amor es compañerismo. Las relaciones más significativas no son aquellas llenas de promesas grandiosas, sino las que se construyen sobre la base de la confianza, la comunicación constante y el respeto inquebrantable. Una pareja que realmente se ama sabe que el amor es más que palabras; es un compromiso renovado cada día, una decisión de estar presente en cada momento, sin importar las circunstancias. Es imaginarte en cualquier situación a ese otro ser y saber que lo amas por encima de todo, por encima de ti y de sí mismo.

Más allá del amor romántico, existe un amor que trasciende lo físico y lo emocional: el amor del alma. Es ese vínculo profundo que no depende del tiempo ni de la distancia, un lazo que conecta dos seres desde su esencia. Es el amor que se reconoce en la mirada, que trasciende lo mundano y encuentra su razón de ser en la simple existencia del otro. Este tipo de amor es un amor devoto.

Encontrar el amor no siempre es fácil, pues vivimos en una sociedad donde las conexiones pueden ser efímeras, momentáneas y donde muchas relaciones están motivadas por intereses superficiales, por la sociedad superficial en la que hoy vivimos. Sin embargo, cuando se encuentra, el amor verdadero trasciende cualquier barrera. Llega cuando menos se espera, donde menos se espera, en el día que no imaginabas y se reconoce por su sinceridad, por la sensación de hogar que transmite la presencia del ser amado y por la paz que te brinda (aunque estén en guerra). No es una búsqueda desesperada, sino un descubrimiento natural, una coincidencia o Diosidencia que sucede cuando estamos listos para recibir y dar sin reservas, aunque no lo comprendamos.

Cuando el amor trasciende lo material y lo inmediato, se convierte en una verdadera bendición. Es un regalo que ilumina el alma, que nos ayuda a crecer y a encontrar un propósito más allá de nosotros mismos. Este amor nos desafía a ser mejores, nos enseña la importancia del respeto y la gratitud, y nos da la fuerza para enfrentar cualquier adversidad con la certeza de que no estamos solos. Quien ha encontrado este amor ha sido bendecido con una de las experiencias más transformadoras de la vida, una experiencia que ojalá no dejemos ir.

Valorar el amor en pareja es una de las mayores riquezas que alguien puede tener. Encontrar a un buen hombre o una buena mujer con quien compartir la vida no es cuestión de suerte, sino de sabiduría, paciencia y sobre todo de apertura emocional. Una relación basada en el respeto, la lealtad y la comprensión mutua es un refugio ante las tempestades de la vida. El verdadero amor de pareja no se trata solo de momentos felices, sino de la capacidad de construir juntos, de apoyarse en los tiempos difíciles y de celebrar cada logro como un equipo. Tu pareja debe ser tu equipo.

Las formas de manifestar el amor son infinitas y van más allá de las palabras. Un gesto de cariño sincero, un abrazo en el momento adecuado, una nota escrita a mano o incluso un simple “¿cómo estás?” con interés genuino pueden marcar la diferencia en nuestros días. El amor también se demuestra en la paciencia, en la comprensión mutua y en los pequeños actos diarios de bondad que construyen y fortalecen las relaciones. Cada persona expresa su amor de manera única y diferente, pero lo importante es hacerlo sentir y recibirlo con gratitud.

La era digital ha cambiado nuestra forma de relacionarnos. Aunque las redes sociales nos permiten conectar con cientos de personas, la calidad de esos lazos se ha visto comprometida. La superficialidad predomina y, cuando más necesitamos apoyo, nos damos cuenta de lo solos que estamos, que todas esas personas presentes en tus redes sociales no están presentes en tu vida, o al menos no realmente para los momentos díficiles. Son personas para la foto.

Las personas que han cultivado amistades genuinas y han encontrado un amor que trasciende intereses personales, son personas muy afortunadas, porque en una sociedad de relaciones de mentira, contar con vínculos verdaderos es un tesoro, es un regalo que viene de Dios.

Porque el amor y la amistad auténticos no necesitan grandes demostraciones ni escenarios elaborados. Simplemente existen, están ahí, a veces con días de silencio. Y en tiempos de conexiones frágiles, quienes los poseen deberían valorarlos cada día, sentirse bendecidos por el universo.

El día del Amor y de la Amistad, es cada día. El amor se siente con cada respiro con cada latido.

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