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Evento k-pop: Cultura Coreana en vivo

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Personas paradas encima de los asientos o damas montadas en los hombros de sus parejas para ver mejor a sus artistas en el escenario, este es un panorama que no verás en un concierto de K-pop en Corea del Sur. Tampoco observarás a las personas bailar hasta abajo en los pasillos del recinto donde se lleve a cabo dicho concierto. Y es que, a pesar de que en este país asiático la fanaticada vive con locura a sus artistas, por educación o cultura, los seguidores del k-pop no se exaltan tanto como los latinos, al punto de llegar a afectar la visibilidad de otras personas que también pagaron un boleto, limitando que disfruten a plenitud del show.

Entonces, ¿cómo se vive realmente un concierto de k-pop en Corea del Sur? La respuesta a esa pregunta puede sorprender a muchos, especialmente aquellos que están acostumbrados a los conciertos en otros lugares del mundo, donde la euforia desbordada es una parte esencial de la experiencia.

Para entender mejor esta diferencia, Diario Libre asistió al K-Link Festival, uno de los eventos más grandes del k-pop, que se celebró en el Inspire Entertainment Resort de Incheon, una ciudad situada a las afueras de Seúl.

Este festival reunió a algunas de las agrupaciones más relevantes del momento, como The Boyz, Riize, Aespa, Minho (de SHINee), NCT WISH, ITZY y tripleS. En total, alrededor de 15,000 personas asistieron al evento, pero, a diferencia de lo que sucede en muchos conciertos latinos, aquí no hubo caos ni desbordes de emoción.

El show comenzó a las 6 de la tarde, pero desde el mediodía ya se podía ver a miles de fanáticos, la mayoría adolescentes y jóvenes, preparándose para lo que sería una de las veladas más esperadas de sus vidas. Con sus light sticks en mano y vestidas como sus ídolos, las fanáticas lucían más como un desfile de moda que como un concierto.

Las chicas, impecablemente arregladas, posaban para las cámaras con la misma gracia que sus artistas en el escenario. La organización del evento también estaba pensada para que el público disfrutara de la mejor experiencia posible, sin que nadie quedara fuera de la acción.

El espacio del festival estaba cuidadosamente diseñado para garantizar que la visibilidad fuera perfecta para todos los asistentes. La arena estaba dividida en siete bloques, con 8,000 personas sentadas y 4,000 de pie, pero la distribución era tal que, incluso aquellos que se encontraban en las últimas filas, no se perdieron ni un solo detalle del espectáculo.

Como explicó Chang Woo Kim, productor de SBS Medianet, “el diseño del lugar maximiza la experiencia de sonido y permite que el público no pierda de vista a los artistas”.

Esto era palpable, ya que al escenario principal se le sumaban dos escenarios secundarios conectados por pasarelas, lo que aseguraba que los artistas estuvieran siempre al alcance de la mirada de todos.

Y mientras el público se acomodaba, los artistas estaban en pleno proceso de ensayos. Diecinueve cámaras, iluminación de última tecnología y un equipo de producción que no dejaba nada al azar, se aseguraban de que todo estuviera listo para la gran noche.

En paralelo, en otras áreas del complejo, los asistentes podían disfrutar de actividades culturales relacionadas con el k-pop y la tradición coreana. Desde la oportunidad de vestirse con el hanbok tradicional y tomarse fotos, hasta la posibilidad de participar en concursos sobre productos de belleza coreanos (k-beauty), había algo para todos los gustos.

Poco antes de que comenzara el evento, el lobby de la arena estaba lleno de gente que aprovechaba para comprar snacks, refrescos y, por supuesto, el famoso pollo frito coreano. Como en cualquier concierto, la espera se hacía cada vez más emocionante.

Finalmente, las luces del recinto se apagaron, y el ambiente se calentó rápidamente. El rugido de la multitud resonó cuando las primeras notas musicales comenzaron a llenar el aire.

La producción del K-Link Festival fue impecable. Luces deslumbrantes, efectos especiales como humo y explosiones, y cámaras que seguían cada movimiento de los artistas. En cuanto a la música, el sonido era nítido y sin fallos, haciendo que cada nota se sintiera vívida y perfecta.

Pero más allá de los efectos visuales y la calidad de la producción, lo que realmente captó la atención fue la destreza de los artistas. Cada uno de ellos mostró su increíble talento vocal y su capacidad para bailar intrincadas coreografías que dejaban al público sin aliento.

El ambiente era electrizante, pero con una disciplina palpable. Las coreografías se movían con sincronización perfecta, las voces eran impecables, y en todo momento, la audiencia estaba cautivada, pero en un silencio respetuoso.

No había empujones ni aglomeraciones, y mucho menos alguien parándose encima de los asientos o bailando en los pasillos. El público, por el contrario, seguía las indicaciones de los organizadores con tal entusiasmo como si formara parte de un evento comunitario, donde el disfrute de todos era lo más importante.

Cultura coreana al máximo nivel

El festival no solo se trataba de disfrutar música. Durante la velada, los artistas invitaron a los asistentes a descubrir más sobre Corea, mostrando videos promocionales de Seúl y otras ciudades, además de destacar las principales atracciones turísticas y culturales del país. Fue una oportunidad para que el K-pop sirviera de puente entre la música, la cultura y la curiosidad por conocer más sobre este país.

  • Y cuando el espectáculo finalizó, la salida del recinto se dio con la misma disciplina que había caracterizado toda la noche. No hubo empujones, no hubo caos. La multitud se dispersó ordenadamente, sin incidentes ni desórdenes, algo muy diferente a lo que a menudo ocurre en conciertos de otros géneros, donde el público parece desbordarse de emoción al final del evento.
  • Horas después, la arena estaba completamente limpia, como si nunca hubiera ocurrido un espectáculo allí. Y es que, en el mundo del K-pop, incluso el comportamiento de los fanáticos refleja un nivel de respeto y responsabilidad que es difícil de encontrar en otros tipos de conciertos.
https://resources.diariolibre.com/images/2025/02/11/whatsapp-image-2025-02-11-at-5.26.15-pm.jpeg

El festival no solo se trataba de disfrutar música

Sobre el K-Link Festival

El k-pop en Corea del Sur no es solo un concierto, es una experiencia cultural que se vive con pasión, pero también con respeto. Es un recordatorio de cómo la música, la disciplina y la tradición pueden convivir armónicamente en un solo espacio. Un concierto en Corea del Sur es una demostración de cómo la cultura k-pop no solo se disfruta, sino que también se respeta, se vive con intensidad, pero siempre con una cierta elegancia y organización que hace que la experiencia sea única. 

Es fascinante ver cómo todo en el evento está pensado para que el público se sienta involucrado, no solo como espectador, sino como parte de una experiencia cultural que va más allá de la música. En las pausas, se presentan clips de Seúl y otras ciudades, mostrando la belleza y modernidad del país, invitando a todos a descubrir más sobre su cultura y su gente.

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La respuesta a esa pregunta puede sorprender a muchos, especialmente aquellos que están acostumbrados a los conciertos en otros lugares del mundo, donde la euforia desbordada es una parte esencial de la experiencia.Para entender mejor esta diferencia, Diario Libre asistió al K-Link Festival, uno de los eventos más grandes del k-pop, que se celebró en el Inspire Entertainment Resort de Incheon, una ciudad situada a las afueras de Seúl. Este festival reunió a algunas de las agrupaciones más relevantes del momento, como The Boyz, Riize, Aespa, Minho (de SHINee), NCT WISH, ITZY y tripleS. En total, alrededor de 15,000 personas asistieron al evento, pero, a diferencia de lo que sucede en muchos conciertos latinos, aquí no hubo caos ni desbordes de emoción.El show comenzó a las 6 de la tarde, pero desde el mediodía ya se podía ver a miles de fanáticos, la mayoría adolescentes y jóvenes, preparándose para lo que sería una de las veladas más esperadas de sus vidas. Con sus light sticks en mano y vestidas como sus ídolos, las fanáticas lucían más como un desfile de moda que como un concierto. Las chicas, impecablemente arregladas, posaban para las cámaras con la misma gracia que sus artistas en el escenario. La organización del evento también estaba pensada para que el público disfrutara de la mejor experiencia posible, sin que nadie quedara fuera de la acción.El espacio del festival estaba cuidadosamente diseñado para garantizar que la visibilidad fuera perfecta para todos los asistentes. La arena estaba dividida en siete bloques, con 8,000 personas sentadas y 4,000 de pie, pero la distribución era tal que, incluso aquellos que se encontraban en las últimas filas, no se perdieron ni un solo detalle del espectáculo. Como explicó Chang Woo Kim, productor de SBS Medianet, “el diseño del lugar maximiza la experiencia de sonido y permite que el público no pierda de vista a los artistas”. Esto era palpable, ya que al escenario principal se le sumaban dos escenarios secundarios conectados por pasarelas, lo que aseguraba que los artistas estuvieran siempre al alcance de la mirada de todos.Y mientras el público se acomodaba, los artistas estaban en pleno proceso de ensayos. Diecinueve cámaras, iluminación de última tecnología y un equipo de producción que no dejaba nada al azar, se aseguraban de que todo estuviera listo para la gran noche. https://resources.diariolibre.com/images/2025/02/11/corea3.jpghttps://resources.diariolibre.com/images/2025/02/11/seul.jpg En paralelo, en otras áreas del complejo, los asistentes podían disfrutar de actividades culturales relacionadas con el k-pop y la tradición coreana. Desde la oportunidad de vestirse con el hanbok tradicional y tomarse fotos, hasta la posibilidad de participar en concursos sobre productos de belleza coreanos (k-beauty), había algo para todos los gustos.Poco antes de que comenzara el evento, el lobby de la arena estaba lleno de gente que aprovechaba para comprar snacks, refrescos y, por supuesto, el famoso pollo frito coreano. Como en cualquier concierto, la espera se hacía cada vez más emocionante. RELACIONADAS Música El fenómeno global del k-pop: de sus orígenes a la expansión Internacional Finalmente, las luces del recinto se apagaron, y el ambiente se calentó rápidamente. El rugido de la multitud resonó cuando las primeras notas musicales comenzaron a llenar el aire.La producción del K-Link Festival fue impecable. Luces deslumbrantes, efectos especiales como humo y explosiones, y cámaras que seguían cada movimiento de los artistas. En cuanto a la música, el sonido era nítido y sin fallos, haciendo que cada nota se sintiera vívida y perfecta. Pero más allá de los efectos visuales y la calidad de la producción, lo que realmente captó la atención fue la destreza de los artistas. Cada uno de ellos mostró su increíble talento vocal y su capacidad para bailar intrincadas coreografías que dejaban al público sin aliento.El ambiente era electrizante, pero con una disciplina palpable. Las coreografías se movían con sincronización perfecta, las voces eran impecables, y en todo momento, la audiencia estaba cautivada, pero en un silencio respetuoso. No había empujones ni aglomeraciones, y mucho menos alguien parándose encima de los asientos o bailando en los pasillos. El público, por el contrario, seguía las indicaciones de los organizadores con tal entusiasmo como si formara parte de un evento comunitario, donde el disfrute de todos era lo más importante.Cultura coreana al máximo nivelEl festival no solo se trataba de disfrutar música. Durante la velada, los artistas invitaron a los asistentes a descubrir más sobre Corea, mostrando videos promocionales de Seúl y otras ciudades, además de destacar las principales atracciones turísticas y culturales del país. Fue una oportunidad para que el K-pop sirviera de puente entre la música, la cultura y la curiosidad por conocer más sobre este país. Y cuando el espectáculo finalizó, la salida del recinto se dio con la misma disciplina que había caracterizado toda la noche. No hubo empujones, no hubo caos. La multitud se dispersó ordenadamente, sin incidentes ni desórdenes, algo muy diferente a lo que a menudo ocurre en conciertos de otros géneros, donde el público parece desbordarse de emoción al final del evento. Horas después, la arena estaba completamente limpia, como si nunca hubiera ocurrido un espectáculo allí. Y es que, en el mundo del K-pop, incluso el comportamiento de los fanáticos refleja un nivel de respeto y responsabilidad que es difícil de encontrar en otros tipos de conciertos.https://resources.diariolibre.com/images/2025/02/11/whatsapp-image-2025-02-11-at-5.26.15-pm.jpegEl festival no solo se trataba de disfrutar música Sobre el K-Link Festival El k-pop en Corea del Sur no es solo un concierto, es una experiencia cultural que se vive con pasión, pero también con respeto. Es un recordatorio de cómo la música, la disciplina y la tradición pueden convivir armónicamente en un solo espacio. Un concierto en Corea del Sur es una demostración de cómo la cultura k-pop no solo se disfruta, sino que también se respeta, se vive con intensidad, pero siempre con una cierta elegancia y organización que hace que la experiencia sea única. Es fascinante ver cómo todo en el evento está pensado para que el público se sienta involucrado, no solo como espectador, sino como parte de una experiencia cultural que va más allá de la música. En las pausas, se presentan clips de Seúl y otras ciudades, mostrando la belleza y modernidad del país, invitando a todos a descubrir más sobre su cultura y su gente. 

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