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Por qué la F1 necesita redescubrir el arte perdido de las riñas y piques

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Antes de que se instalara una «escapatoria» en la curva Mirabeau de Mónaco, que proporciona un lugar en el que un piloto puede hacer un trompo durante la clasificación para sacar una bandera amarilla y negar al resto de pilotos la oportunidad de conseguir la pole position, esa parte estaba simplemente cerrada.Fue ahí, en la edición de 1975 del Gran Premio de Mónaco, donde el Hesketh de …Sigue leyendo

​Antes de que se instalara una «escapatoria» en la curva Mirabeau de Mónaco, que proporciona un lugar en el que un piloto puede hacer un trompo durante la clasificación para sacar una bandera amarilla y negar al resto de pilotos la oportunidad de conseguir la pole position, esa parte estaba simplemente cerrada.Fue ahí, en la edición de 1975 del Gran Premio de Mónaco, donde el Hesketh de …Sigue leyendo   

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Antes de que se instalara una «escapatoria» en la curva Mirabeau de Mónaco, que proporciona un lugar en el que un piloto puede hacer un trompo durante la clasificación para sacar una bandera amarilla y negar al resto de pilotos la oportunidad de conseguir la pole position, esa parte estaba simplemente cerrada.

Fue ahí, en la edición de 1975 del Gran Premio de Mónaco, donde el Hesketh de James Hunt se fue al muro después de que Patrick Depailler metiera su Tyrrell por la línea interior en una maniobra de literalmente «déjame pasar o nos estrellamos los dos».

Afortunadamente, las cámaras de televisión siguieron grabando lo que ocurrió a continuación.

Hunt se desabrochó el cinturón de seguridad y salió del coche, pero se negó a abandonar la pista y se puso en plan Charlton Heston en Planet of the Apes con los comisarios que intentaban ponerle a salvo. Los coches seguían pasando, pero a un cada vez más enfadado Hunt estaba claro que nadie le iba a poder quitar la oportunidad de expresar su malestar.

Pasó una vuelta completa y, al pasar Depailler, Hunt le hizo gestos furiosos con la mano antes de cruzar la pista, una infracción que hoy en día se sanciona con una multa y mucho papeleo.

«Un tipo muy agradable», diría Hunt más tarde sobre Depailler, «pero completamente loco».

Hay ejemplos similares a montón, no sólo a lo largo de los 75 años de Fórmula 1, sino más allá. Entonces, ¿por qué es tan difícil, ahora, para los pilotos de F1 y para los que firman sus sueldos mostrar un ocasional destello de ira y luego -una vez pasado el calor del momento y con el público convenientemente divertido- pasar página?

Más sobre James Hunt:

A Hunt le disgustó mucho la conducción de Depailler en Mónaco en 1975 y lo demostró con un vigoroso apretón de puños.

Foto de: LAT Photographic

Tal vez sea porque en esta era en la que todo afecta, cualquier acción o expresión se afea. ¿Esa aberrante opinión que expresaste en Twitter hace unos años? ¿Aquella vez que te enfadaste en la radio del equipo porque tu compañero no se apartó lo suficientemente rápido? Ya no existe nada de eso.

Si a eso le añadimos el aumento de la audiencia de la Fórmula 1 y el interés de los patrocinadores, nos encontramos ahora en una atmósfera embrutecedora de insipidez corporativa en la que la única excepción que confirma la regla es el continuo pique entre Toto Wolff y Christian Horner.

Tomemos como ejemplo las redes sociales de cada escudería: un nauseabundo e indistinguible buen ambiente entre todos. Cualquiera diría que la F1 es una venta ambulante de pasteles en lugar de un deporte de alto octanaje en el que están en juego cientos de millones de euros.

Pero la humanidad se impone. De vez en cuando, la máscara se cae. Y es tal el apetito del público por estas cosas que adquieren una popularidad e importancia desproporcionada. Por supuesto, los habrá que culparán a «los medios de comunicación», pero si no hubiera demanda, no habría oferta.

Durante una de las ruedas de prensa de Ferrari previas a la carrera del Gran Premio de Qatar del año pasado, Carlos Sainz fue preguntado en repetidas ocasiones por su relación con Charles Leclerc y si seguirían «siendo amigos» cuando ya no fueran compañeros de equipo. Todo ello en un contexto de ocasionales encontronazos, como la radio de Leclerc en Las Vegas por ser demasiado «amable».

Casi se podía ver a Sainz muy concentrado mientras intentaba dar una respuesta que no saliera en todos los medios de comunicación y en las redes sociales durante el resto de su carrera.

Este es un deporte competitivo. Los pilotos no tienen que ser todos los mejores amigos. E incluso si se llevan bien, habrá momentos de tensión.

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Ferrari ha sustituido a Carlos Sainz por Lewis Hamilton para la temporada 2025 y ha ofrecido a Charles Leclerc un nuevo contrato a largo plazo.

Foto: Steven Tee / Motorsport Images

Una parte de los fandom, por supuesto, se pondrá en «modo crítico» si sus héroes son retratados como algo que no sea ser un santo. Esta idolatría contribuye a un problema más amplio, aunque tampoco es inusual; al fin y al cabo, el culto a los héroes es una mezcla de la ficción y el arte.

En los albores del Renacimiento, muchos artistas redescubrieron y representaron la antigua parábola griega de Hércules en la encrucijada, en la que el héroe recibía la visita de personificaciones del vicio y la virtud. Si hubieran leído más a fondo la literatura griega, habrían sabido que Hércules era, en muchos sentidos, un poco malo, pero estoy divagando.

Ten por seguro que, en el mundo real, el paddock de la F1 está formado por personas que son ultracompetitivas que harán todo lo que esté en su mano para ganar a los demás. Incluso si eso significa poner una o dos ruedas por encima de las metafóricas líneas blancas que marcan los límites de lo aceptable, tanto en la pista como fuera de ella.

Si somos capaces de entender eso, comprenderemos también que estos casos no son necesariamente eternos. Lewis Hamilton, por ejemplo, tiene una reputación de piloto limpio que no se ve empañada por el hecho de que sus detractores «saquen a la luz» regularmente su locura en la clasificación del Gran Premio de Hungría de 2007 como si fuera una carta ganadora. Del mismo modo, la respuesta de Fernando Alonso aquel día no le sitúa junto a Atila, Rey de los Hunos, en un panteón de villanos.

Achille Varzi y Tazio Nuvolari se respetaban sin querer estar en el mismo equipo. Del mismo modo, la F1 moderna puede sobrevivir si George Russell no quiere sentarse al lado de Max Verstappen en la cena de los pilotos en este momento. Sin ir muy atrás, Kevin Magnussen le dijo a Nico Hulkenberg «chúpame las pelotas», nadie murió y se llevaron bien como compañeros de equipo pocos años después.

Tener un poco de tensión y piques está bien. No es necesariamente eterna. Y nadie debería tener que disculparse por mostrar un poco de su debilidad humana en un momento determinado. Pocas cosas fueron más decepcionantes la temporada pasada que cuando Red Bull obligó a Liam Lawson a disculparse con Sergio Pérez por hacerle una peineta en México, o cuando Lando Norris acabó modificando sus declaraciones en las que criticó el estilo de pilotaje de Verstappen.

Así que, agita ese puño y luego olvídalo. Eso sí, hagas lo que hagas, no cruces la pista después….

¿Habrá más aguja entre los pilotos en 2025, con una competición que se prevé más reñida?

Foto de: Dom Romney / Motorsport Images

En este artículo

Stuart Codling

Fórmula 1

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